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Mostrando entradas de febrero, 2011

Olor, color, sabor...

Y sólo te recuerdo en la cocina con el tomillo fresco, el pimentón y las papas que corto hasta que crujan porque así tienen más sabor (¿)... con el aroma del romero y el pescado, con los garbanzos y los chorizos... gastronomía a tres platos, demasiada. Después la yerba buena para esos mojitos que apenas yo probaba; las hogazas de pan francés compradas en la esquina con ese chiste de “baguette” y funcionario que repetías una y otra vez, pero en vez de enojarme me sentía una mujer distinta cada día. Tan grande es el amor que hasta los chistes malos los transforma... Tan tenaz es el tiempo que hasta las desgracias las convierte en poesía.

"No hablo, no acuso, no hago dinero..."

Quebrada una vez más, sin pretensiones el aprendizaje del mensaje de la infancia vuelve reiterativo, con posibilidades plenas: no estás invitada. No entres. Retorno más ancha, poseedora de la nada inmensa te escucho y aletea el harakiri como ángel familiar: ¿Para qué continuar sorbiendo aliento? ¿Acaso no es el fin? Pero era el fin desde el comienzo de los tiempos. Ergo ¿qué importa persistir? Resignación o estupidez regodeo acomodaticio en el umbral perfecto: "No hablo, no acuso, no hago dinero" pero observo y duele todo lo ajeno y falso lo equivocado y turbio la satrapía y la gula el hambre y sus hienas la sumisión y la entrega... ¿Para qué pensar querrá el esclavo? Obedecer es de autómatas y salva el pellejo vil de animal apaleado la crueldad no desafiada del sádico que manda y la triste verdad de que le presto mi energía a una luz que oscurece. Y lloro.

Balada triste para María

Y fue manipulada, empujada, engañada. Ella entre todas las mujeres elegida por un dios del espectáculo se convirtió en la piedra del escándalo para arrastrarla día a día hasta los cincuenta y ocho años. La amancebó sin pautas con un guión cerrado la maquilló alterando su juventud inconsciente. Prostituta, libertina, desquiciada, buscona, puta... qué fácil fue encajarle un prejuicio de antaño pero siempre vigente. Era una niña y la fama el anzuelo. Era una diosa sin conocer su estatus (cediendo su poder como tantas). Era olorosa como la mantequilla y estaba sola, sola, completamente sola entre la multitud desesperada. Unas escenas y marcada de por vida se refugió en las drogas, la quietud o las sombras que no pueden borrar jamás, jamás, jamás las imágenes que guarda la memoria; peor aún, los archivos cinematográficos del mundo la reproducen en todas las visiones para todos los ojos. Pequeña caótica, aspirante a ser feliz se fue envolviendo en la cáscara de piel que envejecía de tristeza