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Balada triste para María

Y fue manipulada, empujada, engañada. Ella entre todas las mujeres elegida por un dios del espectáculo se convirtió en la piedra del escándalo para arrastrarla día a día hasta los cincuenta y ocho años. La amancebó sin pautas con un guión cerrado la maquilló alterando su juventud inconsciente. Prostituta, libertina, desquiciada, buscona, puta... qué fácil fue encajarle un prejuicio de antaño pero siempre vigente. Era una niña y la fama el anzuelo. Era una diosa sin conocer su estatus (cediendo su poder como tantas). Era olorosa como la mantequilla y estaba sola, sola, completamente sola entre la multitud desesperada. Unas escenas y marcada de por vida se refugió en las drogas, la quietud o las sombras que no pueden borrar jamás, jamás, jamás las imágenes que guarda la memoria; peor aún, los archivos cinematográficos del mundo la reproducen en todas las visiones para todos los ojos. Pequeña caótica, aspirante a ser feliz se fue envolviendo en la cáscara de piel que envejecía de tristeza