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Ven

Acerado, en la noche señalada, el corazón sin cuerda, comprimido, parece que necesita las alas del par de ojos que llevas contigo. Él que ya no latía acompasado, ha tenido un impulso tan sentido, que todas las arterias se han llenado de sangre viva y nueva, con más bríos. Yo lo miro en tus manos como un ave que descansa en el centro de su nido, aunque lo llamo no quiere dejarte, aunque me alejo, no viene conmigo. Leibi Ng