¿POR QUÉ MADRUGO LOS SÁBADOS?

No pueden ser los gallos, ni los repartidores. Será que el gato busca su comida que se ha quedado varado en el cerezo y gime lastimero para que alguien quite al perro de su vía. Será que las metáforas simples me duelen en la médula. O es este olor a madrugada que respiro sin obedecer al sueño. ¡Tanto suceso junto en otra dimensión de la que vengo y tengo que escapar irresponsable para no completar el hecho! Los ojos del gato resplandecen su misterio pero mi mirada se pierde en la oscuridad del patio y me quedo sin saber qué es lo que me despierta en el derroche de silencio. ©Leibi Ng