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Mostrando las entradas etiquetadas como poesía para mí

Y yo no digo un reto.

Si un día pensaba que escribir era un antídoto, una fórmula para no morir de tedio y de dolor; ahora reafirmo que hay muchos culpables de que existan seres que no se dan permiso de amar el verso y de liberar el alma. No se permiten suspirar. ni soñar, ni anhelar porque alguien los reprime. No se permiten besar el rocío ni aspirar los perfumes del aire. En cada ser humano hay una jaula donde se aprisionan los versos. Primero son letras como fetos: deformes y no natas. Después el sentir y la vida les insuflan aguas como si fuese sangre y circulan despacio hasta ensancharse. Luego les nacen plumas y se expanden. A su tiempo llega una mirada, una voz, una caricia de manos anhelada... Entonces ese pájaro se aviva y aletea intranquilo en la jaula. Nada habrá de dormirlo ni aquietarlo sino el vino que traspasan otros labios. (Inclusos los del hijo o la hija deseados, o el fervor de la patria, la compasión tal vez...). De modo que hay un ave y una jaula. Un alma que se sabe inmortal y no se al