Yo amé a Parménides por quinta vez. Hice viajar mi mente en sus proemios y deslicé la mano entre sus rizos tibios: quedé varada entre el ente y las apariencias en medio del ágora marmóreo. Yo degasté mis sandalias de piel de cervatillo recorriendo el sendero de sus palabras. Estiré el cuello tratando de entender los aforismos surgidos de su voz: no hubo mayor empeño en todo el Hélade. Transité por la resplandeciente arena del desierto sorbiendo el rocío de sus labios; llegué a pensar que era verdad real su cabeza yaciendo a mi costado. Navegamos el río donde Heráclito se vio dos veces en la transparencia y coincidimos en el mismo puerto antes del quinto encuentro. Yo amé por quinta vez la idea pero una cosa es ser y otra lo etéreo me encontré en la oscura madrugada sorbiendo sales de mi propio cuerpo Yo amé por una vez ahora me acuerdo. © Leibi Ng