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Joya en piel

Una vez, en castillo habitado mi pulsera cayó al lago encantado. Me atreví a bajar rápido y firme por mil escalinatas escarpadas. Tan oscuro, tan árido y tan húmedo, el estanque me retaba a olvidarla pero al menos yo quería intentar recuperar mi joya con buen ánimo. Vi ocho duendes, dos trasgos, cuatro hadas, un ciempiés y muchísimas arañas, sapos de diversos tamaños con su canto dentro y fuera del agua. Sin más luz que las de mis pupilas, sin apoyo, sólo el de mis ganas, al fin pude recuperar la joya y mi risa subió a las cuatro torres del castillo ahora iluminado. En mi mano relucía la joya, en mi piel jade y oro brillaban. ©Leibi Ng