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Mostrando las entradas etiquetadas como Leibi NG

Poemas infantiles para regresar a clases

Canto de Patria Antes de entrar en el aula saludamos la nación. Con patrióticos versos yo canto en alta voz. En la escuela entera suena nuestro Himno. Felices y libres todos nos sentimos. Himno dominicano música celestial con tu hermosa melodía el pecho me haces vibrar. ©Leibi Ng Regreso a mi aula Ya va entrando agosto con su lluvia clara es tiempo, ya es tiempo de volver al aula. Desde mi pupitre miro la pizarra mi maestra escribe: "Qué hermosa es mi Patria". ©Leibi Ng Mi Bandera Azulita y roja me dice que sí. Ondeando en el viento, sonriéndome a mí. Es mi banderita tan dominicana mientras más se eleva más alto me llama. Y mi pecho abraza, como su Cruz Blanca, Ideario de Duarte, Patria y Libertad. ©Leibi Ng Mi mochila nueva Le saqué todito el relleno de papel. La etiqueta roja le quité también. Mi nueva mochila creo que "come libros" Yo le echo de todo, y ella diligente desde sus bolsillos sonríe clemente. Borra, lápiz, lapicero, cuadernos, regla y compás, en mi mo

Arrebol

     Hoy me arrebola el sol de las cinco,      con su presencia efímera, marcada.      Me invade la energía luminosa      como una evocación frente a la playa.      Así son las cosas que entusiasman,      tan frágiles, tan cortas, tan fugaces...      que sin embargo permanecen presas      en celdas de barrotes hechos de sangre.      © Leibi NG

Infancia

                               Jugar en el cuarto de los muertos,                                probar la sal del bautismo en la iglesia del cerro,                                recibir de visita a los ángeles...                                soñar a pata suelta,                                jugar con la boca llena                                confiar en la mañana                                de no tener mañana.                                                             Leibi NG

Era un libro pequeño...

Era un libro pequeño de unas doscientas páginas. Tenía tapas duras AEDO era su casa. Me miraba piadoso desde el asfalto negro y me ponía “Leyendas del Cielo y de la Tierra": Atronaba en silencio. Yo no quería ensuciarme, Vergüenza es recoger lo que tiran en calle, Pero el grito era inmenso y era débil mi sangre. Me incliné con presteza y guardé en mi mochila el libro maltratado, caído u olvidado. ¡Quién sabe qué destino lo arrojó en el camino! Cuando llegué a mi casa, ¡Milagro! Aquel prodigio era el libro más lindo que entre horizonte y Cielo Yo había recogido. De allí salieron santos, Estrellas, peregrinos, Reyes y damiselas, Monstruos, mares, mendigos… Yo lavé con ternura Los pétalos escritos y No fue un libro solo, Sino mi fiel amigo. Él me ayudó a creer aún todo perdido se derrumbara entorno de mi frágil destino. Desde entonces bendigo las manos que piadosas en mitad del asfalto recogen algún libro. ©Leibi Ng

Retorno

  Me refugié en el sueño. Logré de un solo ojo meterme entre tus brazos. Me empiné cuanto pude para fundirme en sangre. Tu cuerpo se hizo agua para encauzar mi nave. Desvelados en siestas al sopor de los álamos graneado el sol de agosto acurrucó el destiempo mi vientre palma hueca de continentes varios.   Yo fui rasgando velos al atrio del templo, contemplé los cirios gigantes y el botafumeiro con su pendular metálico y gangoso entre nubes que aislaban de viles olores…   La luz de cripta luchó contra tinieblas chocando levemente en los sarcófagos de nobles endiosados a la categoría del mármol.   Todo mi ser sangró exculpando el dolor de mis debilidades. ¡Creí! ¡Creí! ¡Creí! Pero mi fe no me salvó del horror de la carne. Mis posesiones, todo lo que yo fui por la inmortalidad.   Y el amor se alejaba catacumbas abajo, serpenteó en laberintos detrás de lo secreto y me dejaba inerte. Se alzaba el desamparo.   Con mi cruz recordaba la falta de recuerdos

Nautas

A Farah Hallal en el espacio. Yo como tú viajé venas arriba. Solté velas surcando la piel de la lujuria. Desparramé en los mares el ímpetu de yegua galopando incansable por un sueño probable. Urbana, sí, cosmopolita me deshice del miedo y me solté a los aires en franca singladura. Del reino del encuentro me aprendí los senderos y no tuve sosiego por años y milenios. Su voz sorbí cual lluvia en medio del desierto: Que sólo éramos dos en plena muchedumbre. Era la geografía. Eran ciudades viejas. Nombres que se inventaron para textos de escuelas. Y era la luz, el tiempo las farolas, los días de mirlos y de olmos de sauces y sorpresas. Era el cocido, el pez, los rojos langostinos... y la amarga retama perfumando el camino En la noche, el silencio y en la mañana, el grito. Nada fue de verdad. Ni siquiera mis lágrimas. Nunca cedió el dolor ante un amor-escombros. Con el frío llegaron lo hijos de la sangre, demoledoras grietas sobre mis palmas blancas. Pero dentro de mí quedaron las respuesta

Oda al mango banilejo

Por Leibi Ng Voy a cantar a la fruta, dorada, redonda y ocre, rebosante en piel cerosa púrpura, granate o roja que sin sangre entre las fibras exuda jugos preciosos. Hija de la Tierra hermosa del Grande Máximo Gómez, yo me pregunto gozosa: ¿Por qué otro suelo no coges? Hija de Baní, ovalada, recuerdos guarda tu pulpa, desde que la infancia prueba tu sabor insuperable. Cuatro mil doscientas hectáreas, mil doscientas plantaciones con sesenta y cuatro mil tareas de nacionales primores, hacen de tu producción un orgullo comercial con sabor e identidad. Manjar de fibrosa carne, delicioso al paladar; no puede haber otra fruta con semejante hábitat. Fruto redondo entre las verdes hojas liso, cual lomo de ocaso tropical, amoroso extiendes tu aroma en el campo y en la urbe sabes adornar el lugar. Nada puede competir, en esplendor y sabor, con tus variedades mil: el Bombolón, el Morado el Pascual; Rico Manzano. Ni siquiera es de extrañar la Teta (tan singular), si un banilejo se asoma, Nada tien

Clepsidra del mal

  the_world_is_mine_by_angelica_minier E l leve pulso de frágiles dedos sobre las teclas del piano... sonoro vuelo, respiro en vilo, idea en suspenso sueño disperso cambio de aire... los diez tactos se dan paso sin apenas esperar. En remolinos entra el olvido. En el abismo crispado del violín desgarrado la angustia fija de verte difuminado como un fantasma que no aparece. Pero en la bruma, en el sonido, en la mente que no se aquieta ni sabe descansar hasta que el ángel del desamparo bajo sus alas cubre de llanto el sonido abrupto de risco ahogado hundido en la más violenta oscuridad, fuerte descenso rápido, ríspido volcado en giros cual desatino, del pecho sale el potente grito. In crescendo asciende del abismo y el mundo vuelve a estar patas arribas como clepsidra en medio del mar ecos tormentos viaje de esporas Do sostenido agudo grito de gaviota desnuda se pierde en la calma de un mal que no tiene final. ©Leibi Ng

Palma hueca

Qué gran aliado es el silencio Libre tu interpretación me intuye Soy una palma hueca sosteniendo las notas contenidas del aire de la ausencia. No te mezas en la espesura de una estrella ni te detengas en el ángulo infinito porque sin dilación llegarás a mi pecho y te daré de mamar como a un potrillo que apenas puede sostener el arco de sus sueños sólo cuando yo quiera. Distancia y tiempo se trenzan. Con honda lanzan el pensamiento ocultando las manos invisibles del azar agitado del aliento que sale con dificultad  del órgano que bombea el néctar con que suspiro. Piensas, existes y te arqueas atrapado de mí Te confundes en mi paradoja porque es más sueño en mí.                                                                 Alimento parásitos en tránsito por tu trémula cloaca.  Y es todo carne y sebo, venas, tendones, arterias… Exilio de toxinas necesario suicidio biológico: matarlo todo para que nazca algo. Sacrificio suspendido de paloma en vuelo cuando el mensajero más la esperaba. S

Tierra

Te escribo a ti hombre que no me miras silente narrador de madrugadas, Yo, la escriba de tus nudillos fértiles -sin rastros de impurezas- anhelo madrugadas para que su frescor te embriague con el lácteo olor que emanan mis entrañas. Desnuda tecleo el surco de luz con mis poros sedientos sin que el manto del frío contamine esta piel que te sueña alumbrando los hijos que gesto aún en tu ausencia. La alcoba de mi boda se deshace para viajar a tu encuentro. No tiene largo, altura ni profundidad; ella es la línea sobre la cual escribo desde mi ombligo insomne. Unida a ti como serpiente que sobrevive al arco de sí misma y se prolonga en la tira infinita que es puente en el océano. Cada palabra trae sus emociones. Evoco lo invisible. Construyo esta serenidad que es cuerpo en disciplina. Vacío un ánfora de palpos con las suaves huellas de las yemas de los dedos que giran y suben hacia tus labios ciertos y no hay un surco que escape de tu aliento. Destinatario pleno del alba que reafirmo la bel

Boomerang

Princesa Tarakanova  Probé la sal de tus minas. Mi lengua transportó diamantes. Sin ser punk, gótica ni metálica, me prendí piercings en las papilas con tu nombre, tu tipo de sangre, tu ADN y el iris de tus ojos pardos. Sin ser ninfómana me enredé en la adicción de tu lento vaivén sobre mi cuerpo (siempre sediento de tus aromas). Sin ser cristiana, confesé mil veces los más secretos misterios de mi anverso... Para encontrarme yerta en ostracismo, donde la cruda espera del amor saciado recibe el siempre cruel boomerang de lo incierto. Y el golpe dado me dejó lejos de tus minas; me expulsó al infierno donde crujen mis dientes y ya no hay sal ni luz ni retorno. © Leibi NG

Bicho

Este bicho mordaz que me ha picado no me deja ni a apagón ni a luz  de una triste  bombilla trasnochada; me escuece su aguijón desde un lugar no hallado que sin embargo existe aunque no sepa dar con su áurea de fuerte resplandor en mi cabeza. Yo no tengo conciencia del momento en que atacó mi piel, se vino adentro y no hay remedio capaz de apaciguarle porque es nigua, es abeja, es avispón de enero, es culebra o caimán, en fin, engendro. Puedo estar muy tranquila trabajando y su fuerza me agita tristemente como se agrandan las melancolías este rubor me crece tripa adentro. ¡Ay! Si tan sólo pudiese destrozarlo, hundirle ahí mis uñas hasta vencerlo, quebrarle cada pata, destrozarlo no dejarle ni abdomen ni cerebro. ¡Oh bicho que no enriquece nada ni me deja producir despierta; a la ruina me lleva, desgraciada por estar solamente deletreando, contando sílabas, dizque buscando versos. © Leibi NG

Firmeza

Boris Lipnitzki Madame Grès, Sculptural Fashion, New York, 1939 Gracias a Ντέιαν Ραντιβόγεβιτς Mírame ahora como a una estatua fría. Ya no corro a la puerta a recibirte, no importa que regreses de ti mismo. No exijo que me llames en tus viajes. No espero que me digas dónde has ido. El silencio comprensivo reina en un hogar escindido. Ya no importa el aroma de mi pelo enredado entre tus dedos, ni la mirada audaz expresando el deseo... No sigo ya tus pasos ni hurgo secretos en los escondrijos no me desafían los misterios de novedosas llamadas ni los apresurados imprevistos de cosas olvidadas. Sé de qué vas. Conozco la jugada. Un paso por delante te adivino finjo que no sé nada y permanezco como el mármol frío. © Leibi Ng.

Igualdad

Mi idea de igualdad pasa por verte llorar, sin ocultar las lágrimas, cuando en tu fortaleza abrazas mi debilidad. Sintiendo tú lo que mi pecho siente. Dándote ánimos yo, en el ocaso de tu fe. Alterna junto a mí, la niñería de reír sin parar ante la absurda vida que zozobra en la nada. Recupera mi humor cuando esté derrotada... Mi idea de igualdad pasa por darte las flores coloreadas de mi fértil mañana para que sean de ti, como son mías. © Leibi Ng.

Dama de luto

A Dejan Radivojević Nunca pensaste que su amor tan tierno causaría los estragos en tu vida. Aquel cuerpo pequeño amamantaste. Él te dio todas las alegrías. Pero creció y las ideas bordearon el plano familiar, fácil, seguro… De pronto las polémicas y el miedo se hicieron parte del hijo hecho hombre. Viajó, con él tu angustia. Predicó, tú, discípula primera. Convenció, contemplabas y callabas. Crecieron también sus parábolas. Los seguidores arroparon sus prédicas y despertó el dragón de las conciencias. Llegó el tiempo en que tus venas se vieron desangradas por la pena. Calaron por tus huesos las angustias destrozaron tus nervios, tus arterias Fuiste un solo lamento, una dolencia. Un ramalazo a carne descubierta. Nadie podía curar tu horrible malestar Y el daño se internó más allá de lo humano, rebosando tus glándulas, órganos, sentidos... tu anatomía entera al vivir el sufrimiento de tu hijo. ¡Oh, Dama del Dolor que me contemplas! ¡Oh mujer que trasciendes todo mal! Han podido golpear t

Elección

He vuelto a sucumbir en batahola y la jarana es tal que el aguacero de mis ojos, truena en el abismo del amoroso encuentro que me niegas como si digna fuera de tu ausencia. Y no lo soy ¿lo sabes? No soy digna de la nada. Ni del silencio. Ni de la soledad. Ni de la indiferencia… Duéleme el Ser de verme rechazada después de aupada como laurel sobre tu frente victoriosa. Si no es via crucis, los pasos se asemejan con otras multitudes y otra acera pero es la misma cruz pesada y aplastante la que hace que mis huesos se quebranten. ¿Te condueles de mí? ¿Me ofreces vino? ¿Intentas aliviar este martirio? ¡Vete ya! No puedes hacer nada. Igual que todos Yo tengo dos caminos: O perezco y traspaso la barrera de lágrimas, dolor y sangre negra; o sano y me rehago, resurrecta con la luz, el amor y el alma invicta. ® Leibi Ng

Miranda

Ella tiene el vestido forrado de esmeraldas sus pendientes son nubes frescas y perfumadas de su falda diamantes reflejan cristalinos el brillo de las aguas, las flores y los trinos. Ella, aún bajo lluvia desprecia las sombrillas porque la lluvia lava el verde que le agrada de mármol puro y liso se revisten sus piernas y aún sentada emana su majestad, la calma Miranda no anda sola, como toda una dama se acompaña de amigas que la cuidan y alaban las nubes juguetean a taparle la cara pero ella las despeja, así sin decir nada. Yo quisiera, Miranda, dormirme entre tus ramas y evitar que un mal viento te levante la falda que jamás una lanza taladre tu cintura que nunca te perforen por ferro ni por níquel. Eres tan bella así, tan elegante y alta que yo no entiendo a esos mineros de las sombras cuando tú sola mandas a recorrer los valles siempre con el tesoro que hay en tus aguas mansas. © Leibi Ng.

Roce

cunde-wang "Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo". (Santa Teresa de Jesús) Un toque un solo palpo los músculos tensados fermata del respiro. Un toque solo presagiando el abrazo guardado en el futuro. Un toque único roce de piel con piel cubierta azul celeste de sueños bien pensados desnudo de dobleces... Un toque satinado entre lomos de letras verticales Universo anunciado. Un toque puro bordeando la sonrisa en el suave llamado de una tarde difusa. ©Leibi Ng