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Yo, la hembra

De mi esencia,  yo la hembra,  me preparé a   reducirme cual   fantasma,   orillada a   cuidar casas como ama de huecas llaves,   metal chato donde pernoctó   el poder de mis entrañas. Abrí todo, menos cuartos prohibidos.   Supe todo e ignoré amor escondido. Eduqué en alguna edad hasta al hijo   de la amante de mi marido. Yo, la hembra,  amaestrada para servir el café,   hacer mandados y oler   (como avanzadilla de un ejército) vapores perturbadores del olfato   de mi amo y señor. Extermino -cloro en mano-   la amenaza de mi amado. Cuidé cuevas. Yo, la hembra, adiestrada  para decir conveniencias,  dejé de ser resignada   cuando me goberné yo. Ya no hay padre,   ni marido,   ni un hermano   ni el amante,   ni institución   que decida por mí misma sobre mi vida y mi honor. Seré una, libre y cierta. La que ahora te consuela sin cobrarte   la factura emocional que sé te aterra. La que primero que amar, aprende a amarse. La que envuelta en autoestima puede darte  la certeza de una vida sin