Ir al contenido principal

Yo, la hembra


De mi esencia, yo la hembra, me preparé a reducirme cual fantasma, orillada a cuidar casas como ama
de huecas llaves, metal chato donde pernoctó el poder de mis entrañas.
Abrí todo, menos cuartos prohibidos. Supe todo e ignoré amor escondido.
Eduqué en alguna edad hasta al hijo de la amante de mi marido.
Yo, la hembra, amaestrada para servir el café, hacer mandados y oler (como avanzadilla de un ejército)
vapores perturbadores del olfato de mi amo y señor.
Extermino -cloro en mano- la amenaza de mi amado. Cuidé cuevas.
Yo, la hembra, adiestrada para decir conveniencias, dejé de ser resignada cuando me goberné yo.
Ya no hay padre, ni marido, ni un hermano ni el amante, ni institución que decida por mí misma
sobre mi vida y mi honor.

Seré una, libre y cierta.
La que ahora te consuela sin cobrarte la factura emocional que sé te aterra.
La que primero que amar, aprende a amarse.
La que envuelta en autoestima puede darte la certeza de una vida sin chantajes, donde obtengas, más que un cuerpo mis ideas, mis palabras, mis caricias y el apoyo y la lealtad más que gigantes.
© Leibi Ng

Comentarios

  1. Gracias por tu lección de femeneidad, con estos versos limpios y conmovedores.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Señora Máquina de hacer cafés. Me encantaría tener una así!

    ResponderEliminar
  3. Roberto, un honor tu visita. Agradecida recibo tus palabras.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

SIEMPRE EXTRAÑA

A J. que ama demasiado Olvídame en el Metro como a un libro. No permitas que nadie me devuelva. ¿En qué lugar? Donde el vagón se rompe, lejos de tus dos ojos que han mentido. Alejada de Dios, que sin ser tuya pisoteada por mil, como un repudio, la tristeza redonda en arandela querrá romperse como una quimera. Y es por permanecer así humillada por lo que el trajinar convierte en alas el destino final de desterrada… Rosa mustia de espinas despojada. Pero se queda en mí tanta palabra: demencia de perderme, siempre extraña. ©Leibi Ng

La deseada

Ella dice que no, que mejor sola pero su cuerpo habla y otra cosa pregona. Su espejo la disfraza, no se ve como es. Una sensual consciente con poros anhelantes y la vida latiendo temiendo en el secreto la sequedad que avanza.. Se muestra cada día como se le permite; aparentando dicha o un júbilo discreto. Exhibe mil sonrisas y apertura a la vida pero yo sé que adentro hay lágrimas sepultas. Cada imagen reafirma su soledad brillante cada verso, su angustia sofocada y distante Penélope o Medusa en ella se acorralan ni admite ni confirma ni cede ni reclama. Cada curva lasciva es un beso no dado Los cabellos, los labios, los ojos, las orejas... El pecho se despliega, doble página abierta. Todo en ella es entrega: -Mírame, soy la fruta deliciosa que anhelas. Presta estoy a tu abrazo. Me muero por ser tuya. Y así pasan los días, con su contradicción. Es "perfecta" da charlas, enseña a ser feliz. Y cual Pierrot oculto en un hogar desierto se muere por vivir. ©Leibi Ng

Era que no

  Era que no quería inesperadamente un hado se posó en medio de los labios. Silencio inexplicable pendiente de un misterio el mundo suspendido al paso de un segundo y tu mirada en mí y mi alma dentro tuyo. Adormecida Cual resignada lluvia no hay nada que ofrecer en resistencia sí una pausada tregua mientras tanto Vendrá la aurora para recuperar la voluntad perdida ese instante indomable que controlas y serás nuevamente tú, la única, la autora original fiel a ti misma. Todo será recuerdo y aguacero. ©Leibi Ng