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Rigor mortis

Sabe de ausencia, de extremo cansancio; se le va la mente por diversos lados y viene la imagen del cruel colador. El cuerpo resiste al avance insidioso. Distante, indolente, de no ser por la lengua, todo en él se hace rígido, agarrotado, tieso, imitando el filo de los acantilados vueltos dientes afilados de tanto viento y sal, de tanto olvido... Yo descubrí en el frío que la muerte no es más que la maldición de Dios sobre los cuerpos de repetir al infinito la historia de la mujer de Loth: No de sal sino de piedras y huesos en ausencia de sangre. El rigor mortis te deja hecho estatua: No regresas al polvo sino a la piedra. La vida es lo que alcanzas al contemplar el ir y venir de las olas o el inestable baile de las llamas. Si el hálito fuese visible, el vaho de la vida se adentrara movilizando huesos carne adentro. Lo he visto en la mirada de los locos que dejan las pupilas dislocadas en las cuencas impávidas del dueño ausente. Está el cuerpo piedra en dominio de una matrix cuerda por