De pronto me despierto con un diálogo interno. Lo que vivo, ¿es lo cierto? Hay colores y olores y me entran por los ojos miles de objetos y suena en mis oídos la voz del hombre negro que lucha con la música a cuál irá primero. Todo tras la esperanza, todo buscando un asta para izar la bandera de los sueños. Los coros, las voces, los agudos constantes y las respiraciones jadeantes... vidas, épocas que no están y se niegan a escapar. Podría bailar, llorar, caer doblada por la nostalgia melancolía de una raza, con historia y una injusticia viva que arrastra tantos muertos que persisten in crescendo... Pero no. Se impone melancolía. Se sobrepone la vital existencia de la carne curada de sus magulladuras y entre amapolas corren las piernas que se estiran como gacela en África, como caudal del agua de pasiones que mueve las ruedas de la supervivencia... Suena, suena... apoteosis frena; el coraje baja de tono alcanza la dulzura y cesa. ©Leibi Ng