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Tierra



Te escribo a ti
hombre que no me miras
silente narrador de madrugadas,
Yo, la escriba de tus nudillos fértiles
-sin rastros de impurezas-
anhelo madrugadas
para que su frescor te embriague
con el lácteo olor que emanan mis entrañas.
Desnuda tecleo el surco de luz
con mis poros sedientos
sin que el manto del frío contamine
esta piel que te sueña
alumbrando los hijos que gesto
aún en tu ausencia.
La alcoba de mi boda
se deshace para viajar a tu encuentro.
No tiene largo, altura ni profundidad;
ella es la línea sobre la cual escribo
desde mi ombligo insomne.
Unida a ti como serpiente que sobrevive al
arco de sí misma y se prolonga en la
tira infinita que es puente en el océano.
Cada palabra trae sus emociones.
Evoco lo invisible.
Construyo esta serenidad
que es cuerpo en disciplina.
Vacío un ánfora de palpos
con las suaves huellas de las yemas de los dedos
que giran y suben hacia tus labios ciertos
y no hay un surco que escape de tu aliento.
Destinatario pleno del alba que reafirmo
la belleza resurge aún en la penumbra
y somos con el todo la fuerza del deseo
que respiro y auspicio en la verdad que evoco.
Alborada del sueño, desierto de las lágrimas,
los seres que me habitan hacen llamear la estancia
Mil luces y mil sombras sellan todos mis poros
poseída de luz, rayos chocan mis huesos
Iridiscente soy, antorcha soy, tierra soy…
Letra por letra alumbro
la sellada estancia
que has vuelto mi sepulcro.

© Leibi Ng

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