Ir al contenido principal

Entradas

Íncubo

Íncubo, Anthos Lucas Es pronto aún para medir la pena. No hemos llegado al fondo de este pozo. Aún no hay certeza de la nueva puerta, pero está el bate asido con firmeza. Con la desvalidez que sólo espera ese simple resorte que la furia lleva. No se puede poner sobre las letras la incertidumbre, el miedo, la falta de razón de este descenso de acciones descarnadas… del insulto aguantado en nombre de la ciencia. Lo que vendrá, en tu ayuda acude. Sobrepondrá sobre el caos de la sinrazón la oscuridad total donde da igual tener los ojos bien abiertos porque sólo un par de manos lúcidas podrán salvarte del demonio interior al que le diste entrada disfrazado de amor. © Leibi Ng

Boceto para dibujar la queja

Bárbara Bezina Como ave comiéndose a sí misma, como líquido animal que se descama. Boca rota. Verbo roto. Aguijón que se deshace en la humedad, refugiado en la miseria del instante. Aleteo del infierno que acontece en el cielo de tu orificio parlante donde hace nido la lechuza del facto, mientras en las esquinas de tu lengua, arde el cadáver perpetuo de la hora en que pronuncias los conjuros inicuos. Palabras bifurcadoras de sereno mar al filo del susurro, Boca rota. Verbo roto. Acertijo fugaz donde consume el cuerpo, la breve llamarada que lo nombra. © Leibi Ng

IMPROVISACIÓN III

Con Luni y Cori iban a la cama. Yo leía un cuento para las dos. Sus cuatro ojazos me contemplaban mientras cambiaba mi frágil voz. Al otro día, mi libro estaba donde jamás lo pensaba yo: Yin Lai esperaba que lo soltara y lo tomaba para "leerlo" a sus peluches, a las hormigas, al televisor... Así mostraba que no bastaban los cuentos sosos que yo contaba. Quería mi libro sin dibujitos, para crecer tanto como yo. © Leibi Ng

IMPROVISACIÓN II

Akira Ota Éramos un cuerpo, una sola casa: Los mismos anhelos la misma emoción. Nos enamoramos. Formamos un círculo de caricias mutuas de intensa pasión. Pero el amor quiso cambiarse de casa. Me entregó el anillo con otra marchó. Hoy vuelvo a quebrarme faltándome el alma todo en este día en que me dijo adiós. © Leibi Ng

Eres yo

—¿Quién eres? —Soy tú —¿Qué buscas? —Reconocerme —Pero tú me conoces —No lo suficiente —¿Qué quieres? —Que me reconozcas tú. —¿Por qué? —Tú me has llamado —¿Yo? ¿Cuándo? —Cuando has llorado —¡Eres yo! ©LEIBI NG

IMPROVISACIÓN I

Hay un deber cercano a mi costado. Truenos distantes pasan de cumplidos. Descifro enigmas en diálogos fijos estudiados sin formatos o sin tino. La madrugada arrulla con alas las lápidas de los poetas muertos. Pienso sus versos, rememoro hazañas... La llovizna es llanto. Consuelo el silencio. Nubes, movimiento La luna: ¡Esperanza! © Leibi Ng

Abandono

Como un madero viejo, cruje. Con la tristeza ardua de la ilusión menguada. Como un reloj de arena sepultado en mentiras una lira sin cuerdas o abandonado piano. No hay música más triste, desoladora y mustia. Cruje atado al desánimo, a la inacción abierta... Desconociendo risas, ilusiones pasadas cristales destrozados pared que se hizo astillas tabla hueca arrancada y luego pisoteada… Nada puede salvarlo del nefasto presagio. Es tan viejo y cansado como mansión al tiempo. Un péndulo aquietado, un respiro encubierto, zozobra intermitente de un entierro inminente de la ilusión, los sueños, la vida, el entusiasmo. Mi viejo corazón cruje como mis dientes esperando el momento de su final latido. ©Leibi Ng