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Ariadna

Yo era Ariadna en laberinto pendiente del hilo trágico con dudas pero avanzando. Oscuridad en el camino me acompaña paso a paso. Tenue brilla cual luciérnaga el haz de hebra en mi mano largo como el laberinto pero incapaz de alcanzarlo. Los estrechos pasadizos donde nunca había pisado me doblan como a mi sombra me superan sin tocarlos. Helado mi pensamiento extrae de mí las imágenes. Suspenso tras mis suspiros temor y riesgo en el aire. El héroe ahora está vencido y el minotauro descansa. Perdida en el laberinto un haz de luz atraviesa de lado a lado mi sangre. ©Leibi Ng

Reflejos

Era solo un dragón alzando el vuelo. La admiración formaba sus escamas. De sus cuernos de ciervo se escapaban los rayos de un lucero. A veces escondíanlo las nubes y otras relampagueaba largo y cierto. Quise tocar su barba milenaria… Quise besar su boca hecha de fuego… Me esforcé cuanto pude ¡Dios lo sabe! para mostrar un digno sentimiento pero más se enterraba en mis adentros lo que jamás debí albergar tal como un sueño. Lo divino, lejano sin remedio, me dejaba cada vez más pequeña a ras de suelo. Acepté mi destino tan pedestre me consumí en asfalto o en el césped pero mis ojos no dejaron nunca de reflejar los destellos dorados de su cuerpo. ©Leibi Ng

COSA

Luz que camina. Alma difusa. Tránsfuga chispa confusa y sola. Vienes y vas sin que te comprenda. A veces engordas o desapareces dejándome en sombras. Alma errante. No recuerdas amarrada a la tragedia penas, penas. Subes, bajas con llanto suspiras sin que te entienda, sin que te asientes. El peso sobre tus alas no te permite volar. Pequeña, deforme guárdate del sueño. Presencia que vagas: ni cedes, ni avanzas sobre tu misterio. Lamentable luz ni eres ni me dejas. ©Leibi Ng

Y reír por reír

«Forjó Dios el rostro del hombre y vida su aliento le dio, después se miró en ese espejo y así la sonrisa inventó.» Piero Lo sé muy bien. Llorar por dentro y sonreír como un ángel. Mostrar sarcasmo cuando tu naturaleza no da para matar una mosca. Aparentar indiferencia con las entrañas estranguladas. Quedarse con la cara de palo cuando el dolor te muerde con tenazas... Supongo que Caín fue el pionero. Librarse del castigo simulando. Aparentar lo que no se es. Ser hipócrita hasta más no poder. Confiar en ser histriónico hasta el hueso. Morir abrasado bajo un aguacero. Rodar por las escalinatas con sonrisa de triunfo... Es la invención de Dios. Nada está oculto. El arte de encantar supera siempre la más grande bondad. De ahí que en todos los finales, la maldad suelta una horrenda carcajada y las pupilas del bueno se dilatan comprendiendo que su incapacidad de disimulo, lo ha conducido a la derrota. ©Leibi Ng

Sueños

Hizo explosión la noche cuando cambió el "te quiero" por un justo "te amo" a cuerpo entero. En lugar de una sábana, ternura silueteó nuestros dos cuerpos. Pero las alimañas del recuerdo jugaban en la lámpara trapecio en un cortocircuito cual montaje de Alfred Hitchcock Motel Bates en cortina de cieno. Cerramos cuatro ojos inconscientes de penetrar acuerdos y un filo de puñal cercenó nuestro miedo. ©Leibi Ng

Herida mortal

Parecía un venado adornada en las sienes con flores y hojas… Parecía una novia echando flores al agua Parecía feliz esperando a mi amado… Y era él quien hacía círculos en el agua quien divertido escalaba torres o cruzaba lagos para que lo viera me riera y lo aplaudiera pero me daba miedo que se lastimara. ¡No chilles! —me advertía. «Las mujeres lo dañan». Vivíamos felices ignorando señales de muerte Queríamos estar juntos y juntos nos quedamos hasta que se hizo noche y me hirió un cazador. Al suelo mis guirnaldas la sangre se hizo alfombra y me llevé conmigo las perlas de sus lágrimas. ©Leibi Ng

Es mejor para ti

                      Espero que vivas cantando. Los años se convierten en cortinas  leves, casi caricias ondulando. Esta noche he cruzado de nuevo por el parque. Yo, vital, con barquilla, lamiendo aquel helado y el artista que mira  y admira a la muchacha, m e siguió enamorado . En una noche hablamos del mundo y sus problemas, de aquí, del ahora, del mañana, quizás… Unas horas y todo parecía encajar. Al otro día cenamos, después de ir al cine. Debo haber confesado todo de mi pasado mas ¿qué pecado hay en una muchacha triste  que no sabe volar? Decliné sus destellos. Él estaba muy claro y yo era un cuarto oscuro. Hay cosas que en la vida no se deben mezclar. ©Leibi Ng