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Amor de una sola noche

Y tú bebiste mis lágrimas comprobaste mi estupor cuando llorando te dije “Ayúdame a comprender por qué el hombre que yo amo me desprecia sin pudor.” Y fuiste luz en tinieblas consuelo de mi sufrir. Desesperada intentaba sacar con filo de daga la espina que destrozaba mi enfermizo corazón. Y algo se quedó contigo cuando en un lugar común tu cansancio fue mi abrigo y mi dolor, tu dolor. Amor de una sola noche lo hiciste bien por los dos me amabas sinceramente y yo… ¡ni me amaba yo! Ahora que el tiempo ha pasado y tu beso me llegó siento el frío de mi abrazo: tu semilla germinó. No te olvido. Será el pago de comprenderme en silencio de quererme sin respuesta de estar triste por mi ausencia y mi absurda decisión. ©Leibi Ng

Del mar no quiero sal - Leibi Ng

Rituales

Tan solo recordar ese momento en que dejas las cosas pendulando con una posibilidad de fuego donde cenizas vuelan en la tarde... Suspendidas las voces en un gran holograma suplican la memoria como fantasma que se niega a estar muerto. Mortuorio, lapidario, sostenido el tono a tris del llanto saca pecho para soltar las manos como quien leva anclas. La voz impersonal de las bocinas La puerta de abordaje que no espera La fría soledad hecha de acero... Hace tiempo no asisto a funerales ni a misa los domingos en mi barrio ya no hacen horas santas no voy al cementerio... Ahora que pasó el tiempo reconozco el valor de los rituales para decir adiós y dar paso a lo nuevo. ©Leibi Ng

Nunca lo haré

Me niego a leer los ingredientes las cosas que contiene la sustancia; no me traicionaré a mi misma en la farmacia o en el supermercado. Ese sistema estúpido, piramidal y absurdo de hacer instituciones que no cumplen, me niego a soportarlo a costa de mi muerte. No perdono al estado y sus impuestos por entregarme paja en vez de grano. No perdono que de cien ministerios funcionen tres o cuatros. No perdono que grandes almacenes me cuelen los gorgojos y facturen. Que al cloro le echen agua hasta golpear su esencia. Que entre las papas sanas me entreguen las podridas. Que de la azúcar parda salga mierda de rata. Que tarde me de cuenta de fechas caducadas. Que me cobren dos veces la misma porquería. No perdono la orfandad desde mis siete años. El trauma de la infancia de padres indolentes llevado a los tres litorales y la frontera. Jamás, óyeme bien, perdonaré tanta desgracia donde por tu abandono me valgo por mí misma y salgo "armada" para no confiar en tí ni en nadie, enferma por

No fue cierto

Sumergida en el baño tibio de mis latidos soy resaca del oleaje; balido de agua y arena ya vencido por un vaivén de ribera. Casi alerta recito la oración de la osadía con estribillo de seda y retintín de agudeza... Medio cuerpo del lado de la inconsciencia otro tenso espera el beso que lo despierte. Casi a flote rescatada por mí misma soy victoria de un triunfo que no fue cierto. ©Leibi Ng Variante de Iceberg

Ariadna

Yo era Ariadna en laberinto pendiente del hilo trágico con dudas pero avanzando. Oscuridad en el camino me acompaña paso a paso. Tenue brilla cual luciérnaga el haz de hebra en mi mano largo como el laberinto pero incapaz de alcanzarlo. Los estrechos pasadizos donde nunca había pisado me doblan como a mi sombra me superan sin tocarlos. Helado mi pensamiento extrae de mí las imágenes. Suspenso tras mis suspiros temor y riesgo en el aire. El héroe ahora está vencido y el minotauro descansa. Perdida en el laberinto un haz de luz atraviesa de lado a lado mi sangre. ©Leibi Ng

Reflejos

Era solo un dragón alzando el vuelo. La admiración formaba sus escamas. De sus cuernos de ciervo se escapaban los rayos de un lucero. A veces escondíanlo las nubes y otras relampagueaba largo y cierto. Quise tocar su barba milenaria… Quise besar su boca hecha de fuego… Me esforcé cuanto pude ¡Dios lo sabe! para mostrar un digno sentimiento pero más se enterraba en mis adentros lo que jamás debí albergar tal como un sueño. Lo divino, lejano sin remedio, me dejaba cada vez más pequeña a ras de suelo. Acepté mi destino tan pedestre me consumí en asfalto o en el césped pero mis ojos no dejaron nunca de reflejar los destellos dorados de su cuerpo. ©Leibi Ng