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NEGACIÓN

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Generosa María Báez (1932-2014) ¿Y cómo ha de morir quien tanta vida ha dado? Es imposible obviar su luz en la penumbra, la risa y el consuelo de sus brazos cuando la hija se reducía en sí misma enjugando mis lágrimas. Si el tema es recordar, la madre está presente, no sólo en la genética, (porque mi cuerpo es de ella), también en cada gesto, que nadie me los presta y juro no he copiado. A mí que no me digan que está en un cementerio. Esa no era mi madre. Mi madre no se muere ni en enero ni nunca, porque para que viva basta ser quien me hizo -como una diosa amable-, a su imagen tal vez, a su usanza mejor, a su hechura y su voz moldeada por su arte. Mi madre vive en mí y en todos mis hermanos y éso que se enterró, no sé... ¡Fue solo un cuerpo usado! ®LEIBI NG

CUESTIONES

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¿Qué se necesita para hacer una canción con ilusión? ¿Qué necesito para convertir en chichigüas los sueños, las olas en cosquillas y las flores en besos? ¿Cómo encierro risa en un baúl? ¿Cómo aquieto tus clinejas? ¿Cuánto tiempo me esperarás en lo que termino de contar estrellas? ¿Cuál de ellas brillará más cuando te duermas? ¿Dónde está el albañil de mi escalera? ¿Qué se necesita para ver salir poemas de entre las cejas? ¿...gritar versos a los cuatro vientos? ¿...pintar colores junto con las flores? ¿...bajar la lluvia de una nube albina? ¿Ponerle un zipper a esta boca mía? ©LEIBI NG

Sin vivir

M e muero de dolor me anega el llanto Me expulsan del infierno pero al Cielo aún no llego. Este vivir muriendo me deja sin talante de un Reino que de hoy está distante. Encadenada al ser huesos y carne, la cabeza muy bien, el cuerpo aparte. Vivir y respirar con asistencia, andar o caminar con dos muletas, escribir con la prótesis del miedo compromiso sin voz de una obsoleta. Pasa un día tras otro y yo cambiante en la vegetal suerte que me trae un verdadero océano delante brilla como cristal o hasta diamante y yo en el sin vivir sigo campante. ©Leibi NG

Nocturno

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Jardín Nocturno. Paul Delvaux De nuevo frente a ti escudriño en tus ojos el por qué del insomnio, de la vigilia agreste, de la rosa que escapa. Cuestiono madrugadas de consciente                       con sueños de sonámbula. En medio de un invierno resentido                      con viento del nordeste estrujo aún las hojas del romero muerto sin rastros de su aroma. Empujo con el pie las horadadas hojas como esqueletos frágiles… Esparzo las cenizas en los oscuros charcos que apenas me reflejan una luz mortecina. Caparazón de caracol mimoso quebrantado e inmóvil, cercado por lo débil. Del claroscuro entorno emana la voz de lo dormido mientras sigo mirándote a los ojos y tú pareces muerto con los ojos abiertos. ©Leibi NG

Damero

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Francisco de Goya. El caballo raptor. Aguafuerte, aguatinta, punta seca y bruñidor. Museo El Prado. Como oficiante sin dios repite el rito: cubierto por los presuntos augurios de calientes entrañas descifrados. De un volcán apacible vaticina el eructo. ¡Oh, desolado! noches de conjeturas a la mesa impasible. Palpita lo invisible en servidor sin red donde confluyen nobleza y abyección en dos por uno. Días de especular cual  de Damocles  péndulo con filo. El brillo del damero resplandece e iguala los colores en la escala del miedo. Temor del aguijón su condición. ©Leibi NG

Colando luces

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  Remedio Varo: "Cazadora de astros" Sobre las ruedas va, colando luces. Hermana con la brisa que entrecoge. De vocación dual: risueña y triste cerrada y a la vez al mundo libre. Sube y baja en vaivén el tiempo esparce: barrotes de metal, también de aire tejida por la urdimbre de su talle. La puerta abierta es sólo un requisito en lo intangible: que en su interior la vida se acomode, se expulse y continúe. ©Leibi NG

Madrugada

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En todas las casas en toda madrugada un silencio solemne traspasa los alientos. Motores que en el día pasan inadvertidos funcionan sin motivos en fábrica latente. La vida sosegada en pausa quieta como robot agotado de su maquinaria suspira cual goteo imaginario de un cansancio de siglos. Comprendes por qué llaman c  o  r  r  i  e  n  t  e a la energía que fluye y ahora suena con un zumbido cierto, monótono, impasible como el río de la vida indetenible danzando en lo invisible la materia que duerme. ©Leibi NG

Tiempo de tagarnina

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Scolymus hispanicus, el cardillo, cardo de olla o tagarnina La luz de la cocina, Ilumina el quimono masculino en este día de mayo en que la tagarnina alfombra con su verdor mareado. Hojas mustias, tu rostro serio presagia el malestar matinal de un dios cansado. Porque la maleza me espina, y tú me explicas la tradición de tu cultura. De pronto se desnuda nuestro choque como alienígena revoloteando en un cielo turbio y permanezco observando silenciosa como en el teatro cuando cambian el decorado sin saber si aplaudir o rendirme a la tristeza.              Tu amigo viene al rescate. Así que de pronto es un salvavidas, y me pregunto hasta cuándo será la vida en pareja pues sé que las cuerdas se tensan hasta un punto              Él también limpia la hierba. Como quien se interna en un túnel Doy la espalda y me encierro en la habitación. Me enrosco sobre hojas de melancolía. ©Leibi Ng

Condotiero

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Un reto en tu mirada y al mismo tiempo un ruego; de lado la cabeza, mides distancia, -pupila con pupila, ojo con ojo- vizconde demediado en la batalla, firme ya el corazón en el costado listo para acudir a mi llamado audible sólo en sangre y en cerebro. Me enlazas con ahínco, con denuedo, acoplando sonidos de Universo, conquistas el umbral cerrado en el comienzo pared contra pared, silentes muros, tapiados contra todo lo que no fueses tú, mi amante condotiero. Lanza tuya y escudo luminoso -del Paraíso, la vital conquista- lacerante tal vez, pero certero como el único ariete en la batalla abanderada de los diez mil besos. Tronco que me divide -en bien y en mal partida- deseosa de librarme de mí misma, de mi hogar, mi pasado, mi intelecto... temblorosa gimiendo desolada para fundirme en el efímero imperfecto, sitiada por la sal de tus sudores. ©Leibi Ng

INMADUREZ

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Clara Ledesma Yo no estoy lista aún para el poema. Me falta libertad, una caricia plena, un espesor adentro de las venas y una pasión de vida o muerte entera. Inmadura me enfrento a esta hoja en blanco y sé que una mordida tiene fijas mis manos; que escribo luz y sale oscuridad en un atronador silencio descarnado. No está a punto el espíritu profano que se ve en el espejo y no refleja cual vampiro de cliché o leyenda. A mí me falta un campo de amapolas o montes de romero en primavera... la hierba hasta el ombligo de La Marca y una iglesia de milenarias piedras. Me faltan huellas de mis cuatro abuelos. Me faltan cuentos de alumbrados sueños. Una botija enterrada en un patio y una sortija robada por un sapo. No veo ciguapas, ni el frío de los ríos, sales, cocinas, pieles y cencerros… Cuevas con indios, hispanos fantasmas… Me falta tanto un beso adolescente o una avenida repleta de banderas; un brujo en casa, cuatro o seis dolientes y una guitarra sin balas ni dientes. ¡En fin, que faltan...