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GRITO

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Un solitario grito en madrugada, solapado, furtivo, desgarrado... ábreme a dimensión de olvido la voz que hasta el momento se callaba. Uno solo, sin eco ni constancia, denuncia de los sueños sus abismos. ©Leibi NG

SONRISA

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SONRISA  La luna, sobre mi lecho. Sus luces sobre mi almohada. Escarcha en la tela blanca, escamas de puro nácar. Contemplo la luna, luna sobre mi pijama guarda. Al levantar la cabeza su sonrisa me hace gracia. ©Leibi NG

OLVIDO

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OLVIDO Mi lengua está prisionera entre dientes porque he prohibido que salga algún sonido si tú sospechas que por ti me muero el amor mío lo escondo cuerpo adentro. Fuiste y eres la brasa de mis días la luz de mis mañanas y mi vida; yo a ti quería darte por entero el cuerpo, el alma y todos mis suspiros. Por ti sitiada mi ciudad incendiada por ti vencida en apagado orgullo triste elección que pago demudada. No hay más hombre que tú.  A ninguno quiero. Por eso callo de acción y de palabra Por eso muero envuelta en el olvido. ©Leibi Ng

AGAETE

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Con todos los paisajes despiertos tras mis ojos, te recordé Agaete, con tu Dedo de Dios. El mar y el cielo siempre pretendiendo aquel beso que el horizonte estrecha, y el muchacho en el muelle, mirándonos los dos. No sé por qué, Agaete te has colado en mi sueño trayéndome un recuerdo de añil, de sol y luz si han pasado los años, si ya se borró el día... Si ya se me olvidaba el blanco de tus casas y las arenas mansas de las playas pobladas, tus palmas, tus balcones, tu gente tan canaria, con ese dejo al habla familiar en mi América, el café y la comida, las estatuas, la plaza... Me has despertado, Agaete, iluminando el día yo, que en una maleta te había doblado en dos, plisadito y guardado rezándote un adiós. ©Leibi Ng

PRIMAVERA

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Christian Schloe Estoy, de nuevo amor, florecida en tu canto y ya no caben más las ramas en mis heridas. Me traspasas por diez -de tu savia a la mía-, me surcas y me siembras con flores, con espinas. En la alegría callada en que agonizo y vivo estallo desde ti para crecer florida que bebo de tu sed que en mí tú te enraízas que es primavera y trino contigo en el camino. Que me riegas de fe y florezco a la vez que muero en un suspiro que de mi centro brota el llanto de un chiquillo. Estoy, de nuevo amor preñada de tu abismo. ©Leibi Ng

O DIOS O EL DIABLO

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. Cuando todo comenzó ya tú pensabas en juego. Noches interminables como papel en blanco borrándonos el sueño. Ocultando los miedos el vacío y el dolor tu presencia fue constante hasta que oscureció. Desde que esto comenzó fue una angustia demencial de titubeos narrados, y de encuentros frustrados. Y cada noche sentía la urgencia de escapar a mi refugio de libros y soledad. La insistencia irracional de lo que no puede ser de Dios y el Diablo a la vez. Hoy me pongo por final una elección radical: o las tinieblas o la luz. Desde que esto comenzó era un juego para ti: yo tan sólo era una más un truco de seducción. Terror de permanecer ante el abismo profundo equivocar el aroma llamarme con otro nombre. Ahora me encuentro cansada de repetir el error los amores de dos aguas no me sirven, no me van. Veo tu rostro en esta estancia con ojos sin soluciones quiero que te marches ya pues nunca has estado aquí. Trata sólo de entender que jamás podrás tener este amor entero. Tú no decides, yo sí. e...

SINFONÍA

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Él inundó mi ​cuerpo​ de sabores extraños. aromas de otro mundo, texturas ​encontradas... Alborotó escenarios, los colores​, los ruidos​; de pronto noche en día, ​con luceros y luna. Trajo al hoy el pasado reviviendo fantasmas. Desparramó mis joyas sobre toda la cama y a mis pies puso un monte de enigmas y silencios. Misterio consumado de dios echado en tierra cargaba en las espaldas los dolores del mundo. Como Sísifo andaba subiendo cuesta arriba desde la propia cuna con amores frustrados. Me mojaba la piel con rumores del alba Susurraba canciones como quien raspa pailas de dulces entrañables, pegados a las carnes. ​Domesticó el paisaje de surcos en mi frente con títulos de libros y sinfonías salvajes​. Él viajó hacia la tierra del misterio y la sombra y duerme en la montaña de piedras milenarias. Yo, convertida en lluvia, sigo como una gota en un surco de llanto al hollar sus pisadas. ©Leibi Ng

A UN NIÑO DE CUATRO AÑOS

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"Cuando se muere la carne el Alma va derechito  a saludar a la Luna  y de paso al Lucerito". Violeta Parra. De vuelta en tus entrañas de nubes y vapor mi misión fue muy corta y entregué con honor mi cuerpo pequeñito, mis sonrisas, mi voz... El árbol doblegado se humilló sobre mí para llevarme entero, para hacerme subir. Mi padre y mi madre van a pensarme más desde hoy para siempre como el niño que fui. Escrito en el misterio quedo a partir de hoy en el Retiro, el viento y un manto de verdor. Me acarician las ramas cosquillas en mi piel los pájaros volaron y mi vida también. Yo ya estoy en el parque que llaman El Edén con los ángeles juego tú no me puedes ver Como dijo Violeta en aquel baquiní saludar a la luna me hace sentir feliz. ©Leibi Ng

SEÑALES

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Será la mano de Dios o el vaho de la lengua de Buda que insiste en mantener los labios cerrados por eso aparece la barba de viejo en los árboles de Constanza y una bolsa amarilla resiste el viento sobre el cristal de tu ventana. El dolor de la pierna izquierda reflejado en una copa de agua las joyas perdidas en el interior de un taxi los recuerdos calcinados en dos ciudades... Queda la réplica a la apertura de los sentidos: se mostrará lo invisible lo peculiar llevará a la reflexión de un colibrí suspendido y signos de admiración que no cierran contrariando las reglas. Lo simultáneo, lo paralelo, la soledad enigmática... ¡Mentira! Y es que tocas con tus dedos la residencia de su Alma. Percibes en este viaje los colores del deseo de decisión revestidos. ©Leibi Ng

INMOLACIÓN

Con esta vocación de mártir me encuentro por la vida maltratada obligada a pasar al bando contrario oculta la misión de ser humana fervorosa y pasional criatura consumida en la llama de la otra mitad. Me enfrento al blanco disfrazada de negro; tiño al negro con matices de blanco… Mi alborada y mi noche se funden en mi pubis y no penetra luz donde la carne luce sus rojos pasionales. No hay pasaporte rojo o negro para esta identidad atravesada por este gran amor que me ha quebrado en pedazos de acero y pan trocados: hirientes y nutricios al mismo tiempo. Debo enroscar la serpiente que repta mientras galopa el potro de la misión que oculto. Pisar como elefante cuando miento y ocultarme en las sombras como un cuervo para borrar las huellas de la inmolación. Ahora te echo en los brazos de mis enemigos disfrazado el dolor en cruel indiferencia mientras siento que mil dagas de hierro se hunden en mis carnes divididas. Tarde comprenderás que eras mi Patria, y mis secretos sólo te protegieron. ...