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A degüello

Las promesas de los amantes caen como infieles decapitados Los felices días rutinarios Se van quedando atrás No queda árbol en pie en el camino de Santiago sagrado hoy, regado de cadáveres. Desde tu posición, el rostro demudado asumes el rol de matamoros. Prevalece el sentido dominante. No sabes aún lo que te espera pero cortas el aire con tu espada degüellas y escarmientas. No abandonas el sol del que protege del peligro a la tierra de sus padres Y en el suelo manchado con la sangre de las víctimas de esta geografía temprana vas enraizando el futuro empeñado. Yo no quiero montarme en tu caballo. No me gusta el rol de las angustias. Por más iluminado que te encuentres con tu mirada llena de cruces. El poseedor no tiene más placer que Someter al otro. La nobleza del hombre Se exhibirá más tarde o más temprano. Y sentirás la carga de tus huesos sobre un caballo muerto. Ahora te despojas de tu lado mediado y te pierdo de vista. ©Leibi NG

Destellos

La única forma de tenerte es reviviendo el eco. De un trozo de mi vida Quise escribir un verso Contrario a la planicie, al tedio y a la espera                                           de la tarde del sábado. Describiría el momento de dos fusionados en uno y en suma se extendieron. Relumbró la ciudad, con sus calles y aceras. Los efluvios del cuerpo, casi fuego de infierno, se propagaron raudos y todo lo quemaron, por ejemplo, el mercado… y de todos los puestos surgieron relicarios y de todas las ventas me ofrecieron regalos como si entre las cejas pusiera encajonado: “Soy amada y lo amo”. Era entonces la novia, la esposa, la creadora de sonrisas, sonrojos y de la misma aurora. Tú en cambio, proveías el agua con su encaje de espuma, el pan, vigilia y sombra... la vereda, el ropaje, el cobijo a los sueños, abrazo protector. Entre los dos hicimos la casa-paraíso Y no hubo en esta isla más luz que tu mirada preñada de destellos en cada madrugada. © Leibi NG

El premio

Quiero vivir de nuevo tu mirada porque de ti está repleta mi memoria vendrás o no, ya eso poco importa que tenerte fue gloria, el premio gordo. Saber que tus ojos me han mirado que fui de tu alma la joya  anhelada me reveló el amor incontenible y sordo y la pasión excelsa de mis horas. Este amor que llegó en días otoñales llenó mi vida de ansias juveniles elevó mis deseos a lo posible cuando mi adolescencia yacía asesinada. Tarde tuve tu amor, mas qué oportuno mi corazón gozó del sentimiento eterno. ©Leibi Ng

Atomizada

Yo mañana seré el beso del viento la evocación de un nombre impronunciado La aurora bruma que no alcanza el orden del magno día de trinos anunciado. De las piedras lisuras escondidas de las ramas, cortezas añejadas de las aves garganta, trino y alas de los insectos voz, secreta, aislada de filigrana apenas cincelada. Básteme el rastro de la regurgitada tierra de gusanos sin tiempo ni equipajes tragando fe por la oquedad de vida, por la serena puerta del contraste desestimando angustias y desaires. Es posible que algún sonido de cascada libere ecos de mi fluir despacio hecha rocío yo, disuelta en átomos. ©Leibi Ng

Al ladrón de mis sueños

Observarme por todos los rincones, ladrón, oculto en el anonimato fue tu misión, tu norte, tu extravío; mirón, que te ríes de mis temores, barrotes engarzados a mis cuidados. Como la noche de incógnito te ampara, las estrellas indiferentes no te nombran, la luna me guarda silenciosa sin saber si te creo o desconfío. Tú contienes la respiración ansioso de un amor disfrazado y mentiroso ayudado por las palabras temerarias: del misterio te cubres insidioso y mi intriga te sirve de acicate. Mi esperanza te nutre de intenciones prometiendo la utopía de un beso, del paraíso que eternamente anhelo, socavas mis defensas, me conquistas y descubro que estás y estarás preso. ©Leibi Ng

haikús indefinidos

No teléfono. Que me llames no quiero no más lágrimas. ©Leibi Ng En tus ojos pienso se pierde mi mirada. Otro recuerdo. ©Leibi Ng Beso tus labios Me saben a lágrimas otra despedida. ©Leibi Ng Ladran los perros En alta madrugada se muere mi paz. ©Leibi Ng

Vocación terrestre

Sólo el latir de la noche responde  despreciando mi variante que flota sin ruido.                Asomo de la lluvia rocía mis balcones golpeando a los jazmines en su aroma del Sur.               No le doy rienda suelta al grito de mi carne ni cedo al doblegarme la sed de mi poder.              Una por una trenzo las ganas de soltarle las angustias vividas en tantas madrugadas...              Sentada en la cocina, vagando por la casa, sin más escudo encima que el verbo y su intención.             Converso con espíritus que no me         pertenecen en su lugar de origen. Mucho antes de perderte ya entero te añoraba con todos tus fantasmas, para mi maldición.              Sobrevivo la ausencia, la frialdad y el apego que lastran como el plomo las alas cercenadas. ©Leibi Ng