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Dolor, placer

Ante las ruinas del hogar queda el abrazo de las risas idas el olor a comida en las pupilas y el transparente aumento de las lágrimas. Dolor, placer del tiempo transcurrido apresada la vida entre rendijas con la esperanza de restaurar lo que fue y no será, lo que aún es dentro mío mas morirá conmigo. ©LEIBI NG

MEDIR, SENTIR, DECIR...

"El genio y la inspiración" por Julio Romero de Torres Me acerco a las palabras sin saliva, palpo serifas con ganas de pincharme. Las yemas de mis dedos van pulsando ahuecados salientes insinuantes. Cual rosa de los vientos, siempre estable, preocupada contemplo inevitable que la angustia acentúa las vocales: Me retan verso a verso, inalcanzables. Preeminencia de esteta en la prisión de abejas, penitencial enjambre en este tenso sueño. Oigo el relieve siempre en blanco y negro, siento el teclado sucumbir pausado… Se ve que alguna queda sin talante cuando sentir no va a ninguna parte. No quiero parecerme al cruel preboste que somete a los reos siempre al orden, o a la madame que pauta los compases bajo una disciplina de contrastes. Cuadriculada regla que encorseta la libertad de suspirar gigante siempre hay espacio en el papel en blanco y hay una tregua para ir adelante. ©LEIBI NG

Casa arropada por la naturaleza

Foto Yin Lai Trinidad Ng. Asturias. Y aquí encerradas van mis palabras viejas conmigo bautizadas por las lágrimas del júbilo jubiladas condecoradas de escarchas... Con olor a pan quemado en las mañanas y un chisporroteo de brasas rememorando los días de vino, mantel y sábanas en ausentes voces vivas en una casa tomada. ©Leibi NG

Como la hiedra...

Y así la hoja de la hiedra fue el símbolo de la perennidad y la extensión, el rápido abrazo vivo a la dura y pasiva piedra... voraz evocación del "hielo abrasador"; eterno enfrentamiento entre lo vivo y lo muerto; paradoja del corazón que al cabo del tiempo es simple forma, constancia de que siempre hay uno que ama más que el otro. ©Leibi Ng

Realismo sucio

"Con los pobres de la Tierra quiero yo mi suerte echar". José Martí ¿Y qué es un pobre sino un derrotado? “Pongamos, es un ejemplo…” que del total de 48,730 km² se han sumado uno tras otro los que aún encontrados no se hallan: neuróticos, solitarios, suicidas, desadaptados, víctimas de sus pasados, golpeados por sí mismos, marginados, vagabundos, alcohólicos, abatidos, poetas eruditos que nunca publicarán un verso; revolucionarios que siempre llegan tarde a la Historia, ángeles sin alas, provocadores y masoquistas, expulsados del cielo; chinos alucinados, propietarios de moteles, comparsas de prostitutas de dudosa sensualidad y lenguas mordaces, ancianos sacerdotes embarcados en cruzadas que los dejan vulnerables con su honestidad. Caben Alekséi Ivánovich de El jugador, Rodión Raskólnikov de Crimen y castigo, Bovary, de Flaubert, con todo y arsénico, Ana Ozores, mística fracasada, adúltera condenada, chupada por la ciudad Vetusta vulgar, inculta, farisea, hipócrita, idealista

Autoengaño

En ese mismo tono en que el poeta coloquial hace uso del signo erecto y soberano de su lengua y dice adiós a lo hermético con despreciable calma, me place decir que estas palabras no tienen que gustar ni a Pérez ni a Montás. Ocurre que el poema, si es poema, no le debe ni la más remota reverencia a la sapiencia, contando con que es expresión del alma. Entonces discurrir queda lejos de altares y capillas. Cada uno ejerce desde el alba la triste realidad de su jornada. Va por el pan, si quiere, o por la salsa, Recorrerá las calles nauseabundas de basura y orines bautizadas. Trabajará sin más, llenando horas con frases de La Zeta reiteradas que no tienen que ver con Alfonseca, con Morrison, Cabral ni Hernández Rueda. En el anochecer, cercano a cena por la ventana sacará su pena del monitor brillante que reclama la brillantez del genio, la proclama de original sentir, del alma en flama porque no sabe aún que esta es la suma de hacerse un hara-kiri en cada palma defendiendo el honor de las

Fuerza de la luz

Tenía que conformarme con lo dicho. Disentir era soltar los perros. Consciente de que mucho me faltaba tragué en seco y alerté mis sentidos: yo solita entré en el laberinto. Intenté ser la mujer deseada, calmada  acepté mi destino de no saber hacer tortilla de papas y pretender que Arguiñano a mi lado no alcanzaba estatura de niño. Limpiar, limpié mis culpas en todos los rincones. Me deshice de aromas con espíritus de Hartshorn y en cada intento por brillarlo todo luz y lustre solté hasta por los codos. Aquella vida… Mejor dicho no-vida bendijo el Metro de Madrid con lágrimas ante la indiferencia de los feligreses deshumanizados (eso no hay que contarlo: los inmigrantes lloran todos los días). Echando a un lado la mala experiencia mi alma no olvida las horas en que la luz entraba a raudales y sólo el amor mío me bastaba para sobrevivir y un día contarlo. © Leibi NG