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PREMIO

Recóndito, el amor anida en cueva extraña pendiente de otras aguas. Se equivocó de casa. Ajena la coartada ahora pellizca el alma Impenetrable luz, desprecias lo que amas. Ni un solo verso avala la presea. Que te juzgue el mejor. Que te lean los de afuera. No ha llegado el león, sobrevive en la cueva. © Leibi Ng

Dìa sin ti

En este día ausentes de rocío los jazmines he buscado tu nombre en los dinteles en los nimbos y cúmulos de un cielo que brillante me ocultaba tu voz sol de mis días. Leibi Ng

KUMIKO OKADA

Supongo que aceptar viene de lejos; de cuando siendo niña les pedía muñecas a los Reyes pero traían conjuntos de vestir y algunos libros... ¿Qué digo? no había libros. ni juguetes, ni adornos, ni vestidos… Dejar de desear era el secreto para no sentir más. Entonces te anestesias y haces todo sin motor sin entusiasmo sin la pasión que tensa las arterias y te hace sudorosa e inestable… Y sin embargo, el corazón, un día se vuelve terrorista o bomba humana y en un ¡boom! muy sonoro el cuello le cercena al desgraciado hermano del dolor. ©Leibi Ng

Dos

La voz que atravesaba las penumbras se ha transformado en fuga. De tanto que esperaba se hizo luna. Pasó sin despertarme hacia lo oscuro. Su origen inundado de notas de otro mundo. Era fugaz, divina, tan profunda... Y me enseñó a reír tras los sollozos que de tristeza quedan. remanentes de una soledad que permanece incapaz de marchar, pues se ha enquistado en esa raya gris de los mosaicos. Pero me dio la voz unos arpegios: Alas de mariposas y cocuyos -estrellitas de luz que hacen cabriolas- en el cielo nocturno sin auroras que mi mundo atesora. Mi corazón en fuga tras su voz late muy suave para no despertarme. Hay whiskie para dos y una hielera... Mas no enciendas la luz porque se esconde mi ser en otro ser ahora más nuevo Y ella es una y no yo y somos dos y una está sucia y la otra confusa. En un hilo la voz ya se convierte detrás de la pared de ese otro mundo cuya puerta cerrada permanece. © Leibi Ng

Taigeto*

Él descubrió la llave del alma femenina: Vulnerable cual niño confesó sus dolencias. debilidades, taras, cicatrices, cortadas, mutilaciones ciertas y por tanto variadas. Ante ingenua franqueza la mujer se amilana saca amazona interna y asume la batalla: Yo te defiendo, hijo. Yo te suplo, mi alma que para eso me han dotado los ovarios que ovulan y un útero engarzado con divina misión: A la vida dar vida y a la muerte prisión. Y poquito a poquito el mendaz se hace fuerte: Fuerte en hábitos fijos, fuerte en líos y tramas chupador de pezones ya nocturno, ya diurno... Hasta que bien seguro va sacando sus armas; vengativo, asertivo cercenador de palmas. Y un día el alma grande de la madre que espera se eleva en su estatura y saca fuera el karma lanzando al hijo ajeno al Taigeto que aguarda. Con la única tragedia de que instinto materno en otra hembra renazca y el infeliz arraigue y de nuevo amamante. © Leibi Ng * El Monte Taigeto fue utilizado por los espartanos para la ejecución de los reci

Vibrato

No sé qué mano causa esta vibrante ondulación que me atraviesa en notas. Sonido intenso que al Edén me lleva. Saca de mis gemidos variaciones plenas como de quien se ahoga o se condena; moribunda que sobrevive a duras penas al hecho cotidiano y la marea. Échame cuerda tensa en esta música que a mis oídos llega. Haz voluntad de quien se ha vuelto sierva. Déjame vivir como Isadora: danzando al aire con los pies de arena, surcando el jardín Zen. Tócame sin parar y haz que tus ondas lleven mi chi, mi ki, mi neuman, (el prana que me vibra) donde hay luz, en el lugar que la belleza habita. Armonía in crescendo que en mis pies comienza, se intensifica en su expresión y vuelve a la quietud de la muerte pequeña. © Leibi Ng

Íncubo

Íncubo, Anthos Lucas Es pronto aún para medir la pena. No hemos llegado al fondo de este pozo. Aún no hay certeza de la nueva puerta, pero está el bate asido con firmeza. Con la desvalidez que sólo espera ese simple resorte que la furia lleva. No se puede poner sobre las letras la incertidumbre, el miedo, la falta de razón de este descenso de acciones descarnadas… del insulto aguantado en nombre de la ciencia. Lo que vendrá, en tu ayuda acude. Sobrepondrá sobre el caos de la sinrazón la oscuridad total donde da igual tener los ojos bien abiertos porque sólo un par de manos lúcidas podrán salvarte del demonio interior al que le diste entrada disfrazado de amor. © Leibi Ng