A J. que ama demasiado Olvídame en el Metro como a un libro. No permitas que nadie me devuelva. ¿En qué lugar? Donde el vagón se rompe, lejos de tus dos ojos que han mentido. Alejada de Dios, que sin ser tuya pisoteada por mil, como un repudio, la tristeza redonda en arandela querrá romperse como una quimera. Y es por permanecer así humillada por lo que el trajinar convierte en alas el destino final de desterrada… Rosa mustia de espinas despojada. Pero se queda en mí tanta palabra: demencia de perderme, siempre extraña. ©Leibi Ng
a veces se alimenta un fuego en lo oscuro, sólo para sentir que no has sido devorada también tú por las sombras.
ResponderEliminarson curiosas las funciones de las alambradas a veces... son hechas para quitarte toda esperanza de salir. pero tras ella, no haces otra cosa que pensar en lo que quedó afuera.
hermoso.
me estremecí...
En estos tiempos de autoconciencia, las emociones ciegan. Para dar crédito al destino, muchas veces esas mismas sombras/temores son las que impiden que vayamos en pos de lo que queremos y permanecemos atados con invisibles lazos.
ResponderEliminarGracias por tu aliento.