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Malos sueños

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Pobre de mi que albergo a ras de suelo el huérfano calor de mi desvelo, curiosa por saber si alguna vez será tu sombra la fuerza audaz que me guarezca.​ No he de buscar en derredor la paz que ausente escapa por mis miedos afanosa por llegar adentro del abrazo guardado en la memoria de angustia y de dolor encarnecida con la fe en el umbral de la desidia. Se descalabra el cielo en llanto mío y no puedo espantar tus malos sueños. ©Leibi Ng

Cobardía

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Renuncias al amor por descartado, conviertes las razones en sofismas, te rindes a pie de alcantarilla, pudiendo escalar alto y coronando. Renuncias al cariño, muerta de hambre, evitas fruto y miel en pro de tu figura; de responsabilidad, el exceso aparente, frente a una vida clavada en conjeturas. Renunciar a lo que nunca ha sido devuelve la palabra al zorro inerte abandonas las uvas tras su suerte por no alcanzar ni en sueños su estatura. Dimite, en fin, cobarde y embustera repliega tus encantos sin leyenda... llora como mujer con gran alarde lo que no osas defender porque no sabes. © Leibi Ng

Uróboro

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Cuánta ferocidad a veces muestran los amantes y más aún cuando tienen tiempo sin verse. Como culebra que se engulle por la cola terminan hechos un símbolo infinito. Como niños dementes que retozan con un deseo insaciable de conjuro se hacen polvo tragándose el espacio: la habitación desaparece de repente. Nada que dar y así se lo dan todo, mineros que golpean en la roca hasta volverla escombros a trocitos. No hay forma de parar, taladran todo. Llegan a explotar fuentes. Para cuando terminan, como siempre, ambos mueren, si hay suerte fulminante y se envuelve en fulgores de ternura la mirada brillosa de la sierpe que promete engullirse nuevamente. ©Leibi Ng

Sin centinelas

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Una capa de arena tras otra me sepultan. Quiero gritar, mas no puedo. Quiero escapar, pero no se termina. Cada vez más pequeña dentro de mi misma donde tus recuerdos me tienen prisionera. Es como recorrer por dentro a un gusano espacial: viajo directo a la caverna de su boca donde la luz no llega. Me han enterrado viva como a una concubina en mitad de una pesadilla que regurgita en la memoria. Son los círculos en el agua de una piedra lanzada con violencia desde la otra orilla. Las agujas del reloj arrasan con mis sueños segundo tras segundo; el mundo es esa esfera suspendida y pendiente en el espacio que da vueltas con una lentitud calculada donde flotan los seres y las cosas. Como badajos desprendidos de mis campanillas los deja vu crean retruécanos en mi cabeza... ¿Qué fue lo que hice o dije para encontrarme sola en la orilla del río? Los olmos enfermos me contemplan desde la podredumbre de sus cortezas. Soledad lastimera la que sonaba en la banda sonora de mi vida. Sólo la piel de ...

PREMIO

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Recóndito, el amor anida en cueva extraña pendiente de otras aguas. Se equivocó de casa. Ajena la coartada ahora pellizca el alma Impenetrable luz, desprecias lo que amas. Ni un solo verso avala la presea. Que te juzgue el mejor. Que te lean los de afuera. No ha llegado el león, sobrevive en la cueva. © Leibi Ng

Dìa sin ti

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En este día ausentes de rocío los jazmines he buscado tu nombre en los dinteles en los nimbos y cúmulos de un cielo que brillante me ocultaba tu voz sol de mis días. Leibi Ng

KUMIKO OKADA

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Supongo que aceptar viene de lejos; de cuando siendo niña les pedía muñecas a los Reyes pero traían conjuntos de vestir y algunos libros... ¿Qué digo? no había libros. ni juguetes, ni adornos, ni vestidos… Dejar de desear era el secreto para no sentir más. Entonces te anestesias y haces todo sin motor sin entusiasmo sin la pasión que tensa las arterias y te hace sudorosa e inestable… Y sin embargo, el corazón, un día se vuelve terrorista o bomba humana y en un ¡boom! muy sonoro el cuello le cercena al desgraciado hermano del dolor. ©Leibi Ng

Dos

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La voz que atravesaba las penumbras se ha transformado en fuga. De tanto que esperaba se hizo luna. Pasó sin despertarme hacia lo oscuro. Su origen inundado de notas de otro mundo. Era fugaz, divina, tan profunda... Y me enseñó a reír tras los sollozos que de tristeza quedan. remanentes de una soledad que permanece incapaz de marchar, pues se ha enquistado en esa raya gris de los mosaicos. Pero me dio la voz unos arpegios: Alas de mariposas y cocuyos -estrellitas de luz que hacen cabriolas- en el cielo nocturno sin auroras que mi mundo atesora. Mi corazón en fuga tras su voz late muy suave para no despertarme. Hay whiskie para dos y una hielera... Mas no enciendas la luz porque se esconde mi ser en otro ser ahora más nuevo Y ella es una y no yo y somos dos y una está sucia y la otra confusa. En un hilo la voz ya se convierte detrás de la pared de ese otro mundo cuya puerta cerrada permanece. © Leibi Ng

Taigeto*

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Él descubrió la llave del alma femenina: Vulnerable cual niño confesó sus dolencias. debilidades, taras, cicatrices, cortadas, mutilaciones ciertas y por tanto variadas. Ante ingenua franqueza la mujer se amilana saca amazona interna y asume la batalla: Yo te defiendo, hijo. Yo te suplo, mi alma que para eso me han dotado los ovarios que ovulan y un útero engarzado con divina misión: A la vida dar vida y a la muerte prisión. Y poquito a poquito el mendaz se hace fuerte: Fuerte en hábitos fijos, fuerte en líos y tramas chupador de pezones ya nocturno, ya diurno... Hasta que bien seguro va sacando sus armas; vengativo, asertivo cercenador de palmas. Y un día el alma grande de la madre que espera se eleva en su estatura y saca fuera el karma lanzando al hijo ajeno al Taigeto que aguarda. Con la única tragedia de que instinto materno en otra hembra renazca y el infeliz arraigue y de nuevo amamante. © Leibi Ng * El Monte Taigeto fue utilizado por los espartanos para la ejecución de los reci...

Vibrato

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No sé qué mano causa esta vibrante ondulación que me atraviesa en notas. Sonido intenso que al Edén me lleva. Saca de mis gemidos variaciones plenas como de quien se ahoga o se condena; moribunda que sobrevive a duras penas al hecho cotidiano y la marea. Échame cuerda tensa en esta música que a mis oídos llega. Haz voluntad de quien se ha vuelto sierva. Déjame vivir como Isadora: danzando al aire con los pies de arena, surcando el jardín Zen. Tócame sin parar y haz que tus ondas lleven mi chi, mi ki, mi neuman, (el prana que me vibra) donde hay luz, en el lugar que la belleza habita. Armonía in crescendo que en mis pies comienza, se intensifica en su expresión y vuelve a la quietud de la muerte pequeña. © Leibi Ng