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Sin centinelas



Una capa de arena tras otra me sepultan.
Quiero gritar, mas no puedo.
Quiero escapar, pero no se termina.
Cada vez más pequeña dentro de mi misma
donde tus recuerdos me tienen prisionera.
Es como recorrer por dentro a un gusano espacial:
viajo directo a la caverna de su boca donde la luz no llega.
Me han enterrado viva como a una concubina
en mitad de una pesadilla que regurgita en la memoria.
Son los círculos en el agua de una piedra lanzada con violencia desde la otra orilla.
Las agujas del reloj arrasan con mis sueños segundo tras segundo;
el mundo es esa esfera suspendida y pendiente en el espacio
que da vueltas con una lentitud calculada
donde flotan los seres y las cosas.
Como badajos desprendidos de mis campanillas
los deja vu crean retruécanos en mi cabeza...
¿Qué fue lo que hice o dije para
encontrarme sola en la orilla del río?
Los olmos enfermos me contemplan
desde la podredumbre de sus cortezas.
Soledad lastimera la que sonaba
en la banda sonora de mi vida.
Sólo la piel de mis manos con pecas
parece la evidencia del destierro...
Las fotografías siguen el curso del agua
y una melodía  inaudible arrulla el amor que nace entre dos jóvenes.
Los amigos partidos por mitad se desvanecen
se van corriente abajo mudos, mudos.
Al final de este amor
yo no sabía que los árboles en otoño pierden las hojas
y que su desnudez es tan cruel como la vida misma.
Los despliegues en un caleidoscopio incoloro
multiplican el centro de mi abismo
sin final y sin comienzo,
un dínamo tragando anhelos,
o la musiquilla del organillero desdentado de Gran Vía...
Los recuerdos me aprietan la boca
en este juego interminable de la evocación que no cesa
donde sólo es cierta la piel de mis manos en una tumba
sin centinelas.

Copyright ©Leibi NG

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