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Pertinaz

Queda el dolor de no decir las cosas. De la náusea causada por la preñez del alma. Queda saber que no hallarás respuestas porque signos ausentes no ocasionan afectos. Ahora que flotas en el ionizado y puro, sin peso, sin color y sin pesares supongo que tus ojos ya no tienen ese lastre con iris anclando tu velero en el mar resignado del presagio, ni el azaroso asombro de tu herida de muerte. Supongo que entendiste lo que quise decirte: Un hombre que es poeta no tiene que ser débil luchando por la vida, el amor y la muerte. En la biblia no escrita de los versos silentes no pone que hay un canje entre ternura y fuerza, ni sacrifica un flanco en busca de belleza, de tropos y suspiros. Aunque no importó entonces ni va a importar ahora asumo que en el éter no hay aromas de mirlos, y ni siquiera rastros de humectantes egipcios. No habrá signos ni pausas Tiempos ni lejanías No hay formatos Ni estilos Ni géneros Ni muecas Ni símbolos Ni acentos... Tan solo este silencio y la ausencia vital del

Palma hueca

Qué gran aliado es el silencio Libre tu interpretación me intuye Soy una palma hueca sosteniendo las notas contenidas del aire de la ausencia. No te mezas en la espesura de una estrella ni te detengas en el ángulo infinito porque sin dilación llegarás a mi pecho y te daré de mamar como a un potrillo que apenas puede sostener el arco de sus sueños sólo cuando yo quiera. Distancia y tiempo se trenzan. Con honda lanzan el pensamiento ocultando las manos invisibles del azar agitado del aliento que sale con dificultad  del órgano que bombea el néctar con que suspiro. Piensas, existes y te arqueas atrapado de mí Te confundes en mi paradoja porque es más sueño en mí.                                                                 Alimento parásitos en tránsito por tu trémula cloaca.  Y es todo carne y sebo, venas, tendones, arterias… Exilio de toxinas necesario suicidio biológico: matarlo todo para que nazca algo. Sacrificio suspendido de paloma en vuelo cuando el mensajero más la esperaba. S

Tierra

Te escribo a ti hombre que no me miras silente narrador de madrugadas, Yo, la escriba de tus nudillos fértiles -sin rastros de impurezas- anhelo madrugadas para que su frescor te embriague con el lácteo olor que emanan mis entrañas. Desnuda tecleo el surco de luz con mis poros sedientos sin que el manto del frío contamine esta piel que te sueña alumbrando los hijos que gesto aún en tu ausencia. La alcoba de mi boda se deshace para viajar a tu encuentro. No tiene largo, altura ni profundidad; ella es la línea sobre la cual escribo desde mi ombligo insomne. Unida a ti como serpiente que sobrevive al arco de sí misma y se prolonga en la tira infinita que es puente en el océano. Cada palabra trae sus emociones. Evoco lo invisible. Construyo esta serenidad que es cuerpo en disciplina. Vacío un ánfora de palpos con las suaves huellas de las yemas de los dedos que giran y suben hacia tus labios ciertos y no hay un surco que escape de tu aliento. Destinatario pleno del alba que reafirmo la bel

ASENTAMIENTO

Quiero pensar que puedo. En vertical asomo me convierto. Del humo de la nube me desprendo cuando confundo el suelo con el Cielo. Litorales sumados como cientos en 1200 kilómetros de costas. Quiero sentir que espero, y verde escarbar en el mañana/hoy de mis dos manos, con las piernas que débiles se afincan en el peldaño undécimo (o noveno), sin presagio Quiero decir que nadie puede afanarse ileso sobre la cuerda azul del horizonte de mi pasión, sin lacerar mi fe y mi desconcierto. Quiero pensar, decir, luego vivir un país donde el mar no sea propiedad particular de un jeque y una bahía preserve la bondad de un pueblo que ferviente, no se deja engañar ni piensa, nunca más, arar en el desierto. Por Leibi Ng

Yo, la hembra

De mi esencia,  yo la hembra,  me preparé a   reducirme cual   fantasma,   orillada a   cuidar casas como ama de huecas llaves,   metal chato donde pernoctó   el poder de mis entrañas. Abrí todo, menos cuartos prohibidos.   Supe todo e ignoré amor escondido. Eduqué en alguna edad hasta al hijo   de la amante de mi marido. Yo, la hembra,  amaestrada para servir el café,   hacer mandados y oler   (como avanzadilla de un ejército) vapores perturbadores del olfato   de mi amo y señor. Extermino -cloro en mano-   la amenaza de mi amado. Cuidé cuevas. Yo, la hembra, adiestrada  para decir conveniencias,  dejé de ser resignada   cuando me goberné yo. Ya no hay padre,   ni marido,   ni un hermano   ni el amante,   ni institución   que decida por mí misma sobre mi vida y mi honor. Seré una, libre y cierta. La que ahora te consuela sin cobrarte   la factura emocional que sé te aterra. La que primero que amar, aprende a amarse. La que envuelta en autoestima puede darte  la certeza de una vida sin

AUTÓMATA

  No sé qué hay de entusiasta en despertar del sueño a la hora en que el sonido se ausenta por completo. Como auto liberada deambula la sustancia del alma derramada en no sé cuál geografía. Parece que poseo dominio de materia pero sin duda es otra quien respira mi oxígeno. No hay voces, no hay ladridos, no gritos, no canciones… ningún sonido, sirena, ni el canto de los gallos… una maga gesticula sobre jardines plenos y en vez de hacer un truco se aburre de inclemencia. La intuición se aposenta rodeada de mil folios con el desierto a diestra un vergel a siniestra; al norte el horizonte al sur la enredadera. El mapa de mí misma se adentra en cordilleras quebradas de una en otra, como un zigzag de espera.   Para decir sin voz y sin idea, carácter conocido, ni lengua hábil, la nada; se enredan lo que parecen letras: cuentas del collar ciego que anida en mi cabeza. Ideogramas perversos que sin ritmo se aciertan unos con otros, todos, sin ton ni son, sinsonte de voz hecha de miedos o total i

Alquimia

Mi lecho huele a primavera. Tempranillo es el néctar -anhelo de beber- ejerciendo la vida huyendo de la inercia. Prendida en este ser hecho de dos. Mi lecho huele a rosas mañaneras. Sudor que no es rocío y se asemeja al tacto de la seda, embriagada en perfumes tu silueta... Mi lecho huele a versos porque de tanto amarte entre susurros -alquimia de las voces sublimadas- se prolongan instantes en que transmutas la materia. ©Leibi Ng