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Como la hiedra...

Y así la hoja de la hiedra fue el símbolo de la perennidad y la extensión, el rápido abrazo vivo a la dura y pasiva piedra... voraz evocación del "hielo abrasador"; eterno enfrentamiento entre lo vivo y lo muerto; paradoja del corazón que al cabo del tiempo es simple forma, constancia de que siempre hay uno que ama más que el otro. ©Leibi Ng

Realismo sucio

"Con los pobres de la Tierra quiero yo mi suerte echar". José Martí ¿Y qué es un pobre sino un derrotado? “Pongamos, es un ejemplo…” que del total de 48,730 km² se han sumado uno tras otro los que aún encontrados no se hallan: neuróticos, solitarios, suicidas, desadaptados, víctimas de sus pasados, golpeados por sí mismos, marginados, vagabundos, alcohólicos, abatidos, poetas eruditos que nunca publicarán un verso; revolucionarios que siempre llegan tarde a la Historia, ángeles sin alas, provocadores y masoquistas, expulsados del cielo; chinos alucinados, propietarios de moteles, comparsas de prostitutas de dudosa sensualidad y lenguas mordaces, ancianos sacerdotes embarcados en cruzadas que los dejan vulnerables con su honestidad. Caben Alekséi Ivánovich de El jugador, Rodión Raskólnikov de Crimen y castigo, Bovary, de Flaubert, con todo y arsénico, Ana Ozores, mística fracasada, adúltera condenada, chupada por la ciudad Vetusta vulgar, inculta, farisea, hipócrita, idealista

Autoengaño

En ese mismo tono en que el poeta coloquial hace uso del signo erecto y soberano de su lengua y dice adiós a lo hermético con despreciable calma, me place decir que estas palabras no tienen que gustar ni a Pérez ni a Montás. Ocurre que el poema, si es poema, no le debe ni la más remota reverencia a la sapiencia, contando con que es expresión del alma. Entonces discurrir queda lejos de altares y capillas. Cada uno ejerce desde el alba la triste realidad de su jornada. Va por el pan, si quiere, o por la salsa, Recorrerá las calles nauseabundas de basura y orines bautizadas. Trabajará sin más, llenando horas con frases de La Zeta reiteradas que no tienen que ver con Alfonseca, con Morrison, Cabral ni Hernández Rueda. En el anochecer, cercano a cena por la ventana sacará su pena del monitor brillante que reclama la brillantez del genio, la proclama de original sentir, del alma en flama porque no sabe aún que esta es la suma de hacerse un hara-kiri en cada palma defendiendo el honor de las

Fuerza de la luz

Tenía que conformarme con lo dicho. Disentir era soltar los perros. Consciente de que mucho me faltaba tragué en seco y alerté mis sentidos: yo solita entré en el laberinto. Intenté ser la mujer deseada, calmada  acepté mi destino de no saber hacer tortilla de papas y pretender que Arguiñano a mi lado no alcanzaba estatura de niño. Limpiar, limpié mis culpas en todos los rincones. Me deshice de aromas con espíritus de Hartshorn y en cada intento por brillarlo todo luz y lustre solté hasta por los codos. Aquella vida… Mejor dicho no-vida bendijo el Metro de Madrid con lágrimas ante la indiferencia de los feligreses deshumanizados (eso no hay que contarlo: los inmigrantes lloran todos los días). Echando a un lado la mala experiencia mi alma no olvida las horas en que la luz entraba a raudales y sólo el amor mío me bastaba para sobrevivir y un día contarlo. © Leibi NG

Osadía

Barbazul:Natalia Verbeke y Lluis Homar Yo que en el fondo sigo siendo niña abrazada a tu templo, rodeada en tus columnas... Redonda entre tus torres refugiada, aérea en la materia secundada de varón protector casi saciada. Dios de mi templo y fuerza que me asiste, corregidor de entuertos y descuidos nutritivo y parcial cuando es domingo… Después de cada viaje, busco aroma de sopa, en tren, avión o coche… Con la mordida de cien mil cangrejos te recuerdo jinete en tu caballo como el sueño que fue dimensionado por los espejos de agua de tus ojos, la blanda mansedumbre de tu espalda, la firmeza en la voz y la puerta cerrada donde guardabas cabezas de esposas secuestradas. Sigo siendo la niña la que sobrevivió Dios sabe cómo al desencuentro atroz. al malentendido, las sombras de motivos silenciados. Sigo ciega infantil sujetando la llave de tus barbas. Es mi vestido azul como una nube entre tu negación y mi osadía. ©Leibi NG

Cocina versos

Poeta Orlando Muñoz, profesor Taller versificación libre. Y en este chin de mundo de Las Atarazanas  decidimos recubrir las palabras con melcocha, salpicarlas con pizca de alas para dorarlas en cósmica fritura de versos aguzados. Ya nos dijo el Chef Saba que dos y dos sonetos hacían falta y no conforme aún, décimas espinelas nos puso ahí en la paila. Luego llegó Muñoz, un filólogo gourmet, de sartén por el mango pronunciose que de los ingredientes hay algunos que faltan pues ya muchos cocos se han hecho pasar por locos. El caso es que el amor, la osadía, el recuerdo de alguna cosa triste, y hasta alegre, echados siempre al gusto, no faltarán jamás si el verso es libre; que aunque parezca caos, la cosa es con medida. Y así de chiquiticos, como párvulos vamos, escribiendo y guisando a ver quién a los años les descuenta la grata distribución de la cadencia. ©LEIBI NG

Ciudad sumergida

Suspiras añorando  la tierra prometida. Lago que en un instante  devoró tus caricias. Estertores mojados  chuparon la delicia de una vida acoplada, lejana en cima o climax. Sumérgete y revisa  las ruinas veneradas. Allí están los relieves  del amor permanente. Nada puede el presente  borrar de esa ciudad que en la línea del tiempo  reclama eternidad. ©LEIBI NG