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TERROR

Me he descubierto a mí, muerta de miedo. Mirando suspicaz al futuro muerto y me he visto ¡relámpago! de un manotazo azul, como de viento, nítida en el recuerdo. Yo que los dientes desgasté en la rabia, (intento de apretar lo que está suelto) al querer controlar -tubos adentro- tu poder sobre mí y mi desconcierto. Yo que prohibí a mi lengua pasear sobre tus letras. Yo que a mi mente construí una jaula… Yo que llené de piedra los cajones que me dejaste abiertos… Pero resulta que los más miedosos son siempre temerarios sin remedio. Que prepotentes, lo contienen todo como héroes y de inconstancia suelen morir de a poco. Ahora comprendo que este miedo, este terror cotidiano y fuerte, no es más que el pavor de perderte dos veces. Porque si llega el día en que tu nombre sea pronunciado como suena el tedio, como todas las cosas que son indiferentes, y nunca más estremezcas mi cuerpo, habré perdido, esta vez para siempre, la cumbre borrascosa en que te encierro. ©Leibi Ng

CONSUELO

Para cada lamento hay un consuelo. Para cada sollozo un sorbo de aire. Para un desesperado que aún espera hay en el color negro un cierto brillo un aura de esplendor casi invisible. La oscura madrugada que resiste el embate de bestias desquiciadas. Ni humo ni alcohol hay en la espada solo el filo implacable de la muerte. Cercenar al instante la amenaza patética pero implacable. Para cada lamento hay el consuelo de vencer o morir por lo que creo. ©Leibi Ng

Lo que quiero

Amentos soplados musicando el aire esparciendo estigmas desnudos de polen cortina de luces besos que te doy. Pender de unos labios como de un recuerdo extender el alma larga cual la piel mapa de mis sueños geografía del verbo mi país soñado mi aurora mi sed Sueltos en suspiros tiempo y pensamiento palpar una espalda sin rostro, sin voz hallar tu mirada ¡Eso quiero yo! ©Leibi Ng

PERDER EL FUEGO, PERDER EL JUEGO

"Entre los dos, amor, yo sola soy la única que amo." Canción. De acero son las palabras: “Nadie manda al corazón”… En la piel abre unos labios, púrpura flor se dibuja adornando su martirio, heladas brasas la carne cauterizada con pena un frío de invernadero se acurruca en lo más hondo. Como un camino de lava lentamente va avanzando por la piel abierta en dos. Se rompe su biología sobre una playa desierta. Venas y vasos desfogan la autodestrucción dormida enclaustrada largos años en el corpus del dolor. Afuera nadie lo nota, el desgarre incontenible de unilateral amor. Habría que mirar profundo en las pupilas ocultas, repitiendo como un eco: “Nadie manda al corazón”. ©Leibi Ng

Seducción

Del blanco de tus ojos mansedumbre unida a la sonrisa cual de santo emana aroma fino de costumbre guardada en la apariencia… La dádiva en la voz el gusto atento la palabra gentil (ya es un señuelo) de la vital mordida de valor seductor sátiro en celo Pero el olfato da señal de aviso a la caza feroz que oculta formas y no bien se presenta flauta en mano la ninfa que persigue se evapora. Guarda en el risco el cambiante horizonte soñando que vendrá fetiche en mano: una seda que vuela como un pájaro. ©Leibi Ng

DIEGO

Ahora me ha dado por seguirle los pasos a tu apellido, nombre que recuerda a un lago en calma o a un ser instruido, sabio en la sombra, parsimonioso y breve. Él solo logra nombrar pequeñas cosas desentrañando el color de la espera extrae el alma dormida en las esferas. Yo sé que nunca llegaré a apresarlo con mi impaciencia y este vivir corriendo sin respirar el aire de allá afuera con su silencio como de cementerio. No sé de hormigas, secretos entrañables, no sé de gatos con fuego en las pupilas no sé de trenes, fantasmas sobre rieles. Diego, el que nombra escindiendo el cielo: penumbra y luz, matices que diluyen sinfín de génesis en origen perpetuo. Y esa pared formada por las motas de un polvo cósmico que nunca se enamora y jamás toca el suelo. Desayunar con el café más tierno nombrar el pan y paladearlo lerdo, Diego-trasluz en el patio tan suyo rey poderoso del reinado Tiempo. Veo emociones en su decir honesto un cruce extraño con la melancolía de uno sin libertad para soñar ventana

ESPALDA

Todos se preguntan ¿qué busca? y la cuestión no se resuelve. Requiere un sacrificio por las contradicciones del amor. Sintiendo en cada célula mi sangre coagulada ni respiro ni vivo signada por ti mojón en el camino cosa inútil e inerte paralizada muerta... Vencer o morir pero sin armas con invisibles fuerzas que te asedian todo diciendo no. tú, dominante erecto en el confín del otro abismo. Obstinada como esperando el jaque sabiendo que mi sangre hecha de nudos se volverá a licuar cuando estés cerca y volveré a vivir para morir de nuevo ante la suerte de amar a quien no debo en este ciclo eterno de cara o cruz, de anverso y de revés ahora de espaldas. ©Leibi Ng