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Purdah


Sobre el filo
de la hoja que brilla en la mitad,
cual crisálida envuelta en el capullo
que la salva y la sepulta
Ella
dueña de pechos rebeldes como collados altos
propietaria de la cintura que se estrecha turgente,
ama de un par de ovarios vitales, productores...
Se tapa con la capa de extensas tradiciones.

Hablan los viejos de honra, virtud,
decoro y dignidad.
¿Y tú, qué dices tú?

Para bien, para mal
se plisan maldiciones
en la tela cobalto
que ondea en la penumbra.

Para bien, para mal
la rejilla trasluce la mirada huidiza
de quien cubre las carnes
como esconde la vida.

Para bien, para mal,
perfecta la capucha encaja
cual sombrero de aleros
precavidos que ocultan su pureza.

              Ningún hombre ha venido a pedirte en matrimonio.
              Ningún hombre dará una cabra por ti.
               Ningún hombre será responsable por ti.

Ojos extraños buscan lascivia y descontento
presérvate, consérvate, sepúltate en silencio.
Amárrate el deseo apretando los dientes.
Vuélvete tú un secreto
Namus patriarcal
involuciona azul
hasta plisarte el alma
pliegue a pliegue
doblada,
hilo a hilo
bordada
en la cortina ondeante
que separa tu risa
tu energía, tus movimientos tiernos,
la fuerza con que bailas o deseas cantar.
No enseñes tus uñas pintadas, tu pelo arreglado,
tu mirada hermosa con negro kajal.
Con pasos graciosos atraviesa la noche
modesta, callada, digna y bien tapada.
Quédate arropada. Nadie te conoce.
Nadie te va a extrañar.

© Leibi Ng

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