Ir al contenido principal

J. Edgar

Leonardo Di Caprio encarna a J. Edgar en el filme dirigido por Clint Eastwood

"Prefiero un hijo muerto..."
sentenció la madre
crispando las vertebras
-afiladas sierras en un cuerpo recio-
áridas y ríspidas, punzantes y ariscas.

"No te quiero gay, volteado o marica.
Muérete antes de partirme el corazón".

Con su tarareo gutural y seco
le llevó danzando por la habitación:

"Baila hijo, baila
que con las muchachas
estarás mejor".

Y Edgar muy tieso, vertió su amargura
sobre el escondrijo del dolor mayor.

Decidió que nadie, en el mundo entero,
guardaría secretos
que primero él y después iba Dios.
Estados Unidos estaría a salvo
de moral tan lasa y comunismo atroz.

Revisó contenes, patios y veredas,
rompió puertas, arcones, archivos, vidrieras...

Destruyó, prestigios,
honras y equilibrios
y el dolor seguía
cavando su vientre
como un torbellino
taladrando siempre
sus órganos vivos
hasta convertirlos
en apéndices muertos
sin fines ni uso.
inútiles, yertos...

Bajo el cielo, la moral, disfrazada de deber
no era una, ni otra cosa:
sólo dolor, apariencia,
disimulo y obediencia.

Un psicópata inconcluso
tergiversando a la Patria
tan impotente como monstruoso
por una madre castrante.

Tan monstruoso y castrante
como una madre imperiosa
tras su rosario y su traje.


Baila Edgar, baila siempre
solapando tus deseos por Clyde, tu compañero.
Mira desde el Más Allá
los expedientes fantasmas
destruidos por la más fiel secretaria
y confíésate el dolor que irradiaste
en esta Tierra con tan sólo esas tres letras.
F. B. I.

©Leibi Ng

Comentarios

Entradas populares de este blog

SIEMPRE EXTRAÑA

A J. que ama demasiado Olvídame en el Metro como a un libro. No permitas que nadie me devuelva. ¿En qué lugar? Donde el vagón se rompe, lejos de tus dos ojos que han mentido. Alejada de Dios, que sin ser tuya pisoteada por mil, como un repudio, la tristeza redonda en arandela querrá romperse como una quimera. Y es por permanecer así humillada por lo que el trajinar convierte en alas el destino final de desterrada… Rosa mustia de espinas despojada. Pero se queda en mí tanta palabra: demencia de perderme, siempre extraña. ©Leibi Ng

La deseada

Ella dice que no, que mejor sola pero su cuerpo habla y otra cosa pregona. Su espejo la disfraza, no se ve como es. Una sensual consciente con poros anhelantes y la vida latiendo temiendo en el secreto la sequedad que avanza.. Se muestra cada día como se le permite; aparentando dicha o un júbilo discreto. Exhibe mil sonrisas y apertura a la vida pero yo sé que adentro hay lágrimas sepultas. Cada imagen reafirma su soledad brillante cada verso, su angustia sofocada y distante Penélope o Medusa en ella se acorralan ni admite ni confirma ni cede ni reclama. Cada curva lasciva es un beso no dado Los cabellos, los labios, los ojos, las orejas... El pecho se despliega, doble página abierta. Todo en ella es entrega: -Mírame, soy la fruta deliciosa que anhelas. Presta estoy a tu abrazo. Me muero por ser tuya. Y así pasan los días, con su contradicción. Es "perfecta" da charlas, enseña a ser feliz. Y cual Pierrot oculto en un hogar desierto se muere por vivir. ©Leibi Ng

Era que no

  Era que no quería inesperadamente un hado se posó en medio de los labios. Silencio inexplicable pendiente de un misterio el mundo suspendido al paso de un segundo y tu mirada en mí y mi alma dentro tuyo. Adormecida Cual resignada lluvia no hay nada que ofrecer en resistencia sí una pausada tregua mientras tanto Vendrá la aurora para recuperar la voluntad perdida ese instante indomable que controlas y serás nuevamente tú, la única, la autora original fiel a ti misma. Todo será recuerdo y aguacero. ©Leibi Ng