Si por tu piel se sublevó la espera
de esta tierra en la sangre del justo
ya anegada,
tu mirada
espartana de hembra estoica
no perfiló de odio su constancia.
A partir del beso frío de La Parca
con la muerte de las Tres Hermanas
se inicia un ciclo de dolor y espanto.
Tu familia, elegida en lo profundo
es el símbolo de resistencia heroica.
Así tu cuerpo frágil, sin doblarse,
se hizo dique contenedor del llanto.
Como de santa, tu doloroso rostro se levanta
primero das la cara, le haces frente al combate
y arengas con el arma imbatible de tus ideas
a un pueblo que reconoce en la historia
la estirpe de líderes honestos al ofrendar
el bienestar, las propias vidas.
Y tú, flor imperecedera, clamas justicia
ante la muerte, no del hermano, sino del guerrillero
asesinado en Manaclas, junto al cuñado.
¿Quién te devolverá la mano de Manolo,
su recio cuerpo sembrado en las montañas?
Sobre tumbas tu voz siembra esperanza.
Tú mujer, tú la hermana del Comandante, hablas.
Con entereza muestras el camino de resistir
la opresión, la infamia, la desgracia
de vivir en la tierra aún no liberada
donde un tirano dejó cizañas repartidas
en muchos como él multiplicado, de insaciable ambición.
Y estás de pie en el cementerio,
en fila con otras combatientes
marchando marcialmente por las calles
ensangrentadas por la Guerra Patria,
serpenteando el asfalto,
saltando la alambrada,
curando a los heridos,
guiando a las demás…
Mujer de temple y actos,
de palabra coherente,
aquí sigues desviando los aguijones de la Era maldita,
reventando las losas opresoras
reviviendo el coraje entre nosotras,
tu espartano valor,
tu voluntad de roca,
tu sed de libertad
golpeando la injusticia
Enma Tavárez grita desde la eternidad.
©Leibi Ng
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