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FICCIÓN DEL UNICORNIO, DE LEIBI NG

Poeta, editor, pintor, asesor literario... José Alejandro Peña
Leibi Ng es una poeta dominicana, nacida en Santiago de los Caballeros. De padre chino y madre dominicana.  Ficción del unicornio es su primer libro de poesía; y sobre este libro voy a referirme ahora. 
Lo que he notado desde la primera lectura de estos poemas que componen Ficción del unicornio es que son poemas de una claridad propia del lenguaje poético tradicional, donde hay elementos que tocan el fondillo de la expresión corriente como para revelar emociones que dan crédito a ciertas experiencias fundamentales. Entre estas frases corrientes hay también salpicaduras de frases dolorosas, que hablan de un sentimiento que parece elevarse, mientras más se oscurecen el tono y la fuerza del movimiento que va llevando, como a rastras, las marcas de una intención precisa, como si la trazara un pulso alígero, pero sagaz. 
Para Leibi Ng, la vida del poema está conectada a mundos remotos, a sentimientos de melancolía, a reconstrucciones pasadas que parecen estar vivas, pero siempre en el pasado. Sus poemas quieren contarnos cosas, pero la ilación de ciertos elementos de la construcción verbal interrumpen la historia o la prolongan de otro modo, mediante inserciones abstractas o semi abstractas, que no buscan recuperar nada de lo ya dicho, sino que vienen a plantarse en el poema como si desde antes hubieran estado allí... 
Este recurso, del que Leibi Ng se sirve con frecuencia, adelanta un orden privativo, que no se debe confundir con nada que no sea su propia concesión hacia lo que el habla normal torna como esforzado esquema o convención, estirando los contornos como para sacudir lo sugerido; y es ahí, en ese instante nutricio, donde parece haber un cambio real de la experiencia que nos brinda, ya con candidez, ya con intención. Gracias a que se ha insertado un cambio entre el clima regular del poema, éste parece darse a esa voluntad accidental, cobrando así mayor empuje, al menos, en la parte donde lo dicho se agiliza  por la imaginación, en lugar de quedar relegado a una cierta monotonía del tono, que también termina por relegar la significación poética.  
Obviamente, a Leibi Ng la mueven las cosas simples del mundo terrenal; y su mejor manera de ver es acercando y midiendo, o uniendo un sentimiento de tristeza a un sentimiento de esperanza, salvo cuando el desaliento es cabal y va espesándose homogéneamente en el punto máximo del dolor.  La suya es una poesía íntima, que no quiere desligarse de los ambientes de su clima expansivo. Así una palabra cierra o abre con una expresión intencional o enmarcada —si hemos de decirlo sin equívoco— en la fuerza con que se va acentuando la parte inocente del hablante poético, inocencia que alberga un malestar o varios, siendo el vértice más prominente el que más tiende a delimitar el mundo ficticio de un sentimiento que se nos presenta como verdadero.  Para que haya un espacio, tiene que haber aquello que está destinado a ocuparlo, y es así que los espacios que nos crean los poemas de Leibi Ng son espacios reales, vistos desde planos que también son reales, implicando sentimientos o realidades que son las del sujeto contemporáneo. Sin embargo, la fuerza expresiva de ciertos contenidos poéticos, a veces, fuerzan al lector a suponer que lo que nos pareció propio de una realidad próxima, está mudando de piel y de polo, dando a la sensación una dirección imaginaria que bien puede coincidir con otro lugar fuera del mundo de lo real. 
Desde el título del libro, ya empieza uno a concretar la idea de que hay algo asombroso, que reitera la ficción con el ser de la ficción, que es, en este caso, el unicornio, animal fabuloso que simboliza la soledad, la belleza, la pureza, etcétera. Sin embargo, los poemas del libro no son basados en las caracterizaciones de animales ni en asuntos meramente mitológicos, como reduciendo todo a una ficción de la ficción; y es que la palabra se va yendo o filtrando desde espacios marcados por la melancolía y el pasado. En ese irse hay también un modo de regreso pues el que va tal vez no hace otra cosa que regresar a un lugar anterior al tiempo. 
Pondré, como ejemplo, estos fragmentos que considero peculiares y, de paso, reivindicativos de la sinceridad con que se nos amplían los referentes poéticos más reveladores:
  
Un nombre, una mirada, un trago amargo
y los ojos avisan tempestades,
pulsos, intentos, situaciones, gritos, música, pasos
y el reverso de mi mano borra el rastro...
(Abro un cajón pequeño y brotan flores)

Leyendo estos poemas de Leibi Ng me encuentro con la dificultad que presentan para sí mismos los términos elegidos, no porque choquen o se contradigan mutuamente, sino porque, regularmente, todo se ajusta a una homogénea repercusión sentimental, donde cobra más valor el sentido inmediato de las frases en juego... Así notamos que lo que da sentido a esta poesía es la viva intuición que enmarca y orienta su lenguaje, unas veces insertando una fuerza extraña y dolorosa mediante la enumeración o el rodeo; y otras veces, escapando de ella por suerte de un desatino o de una debilidad. 

No tengo tiempo para regodearme
ni en mi alergia a los ácaros
ni en el dolor sentido.
Hay muchas más historias por delante
y otro sabor me aguarda en el cajón florido.
Tras ave en libertad de nuevo jaula sale.
(Abro un cajón pequeño y brotan flores)

La mala elección de una palabra en una frase de un poema podría convenir a la frase o a todo el poema, haciendo que la mala elección parezca la mejor elección, especialmente si la impresión deseada es o será una impresión grotesca o algo que se sale del texto con fácil solución. Esta capacidad tiene consigo, en cierto momento, la destreza unánime de la simplicidad con que se dan los elementos de la composición, resaltando positivamente la emoción que resulta de un conflicto dado entre dos o más términos. 
Cuando Leibi Ng nos dice que "Hay muchas más historias por delante/y otro sabor me aguarda en el cajón florido", tal vez nos habla de cosas disparatadas que, a lo mejor, obedecen a un tipo de belleza a la que tendría que irse acostumbrando el lector de poesía. Estos cortes delatan, a veces, formas insuperables de retención de fuerza expresiva, contaminando por exceso la nitidez y perfección de lo que se quiere decir. Entonces vemos como error lo que no es sino una especie de montaje verbal con el  que se está decorando el arreglo expresivo por pura diversión de la escritura. De igual modo, se percibe el hecho como una forma de refuerzo que da cabalidad y dinamismo a las regularidades del texto, abriendo una acotación que no deja nunca de aportar algo distinto a toda la masa heterogénea a la que se debe tal experimento. Sabemos que uno de los dones del poeta consiste en su capacidad de experimentación; y es cierto que Leibi Ng está poniendo en práctica este don, que sea visto ya como bueno y válido en el orden de la poesía de nuestra temporalidad no es un mandato propiamente, sino un deseo. 

En su poema Desnudez de los árboles nos dice:

Una capa de arena tras otra sepultan mis movimientos
Y quiero gritar, mas no puedo;
Y quiero escapar, pero no se termina...
Estoy cada vez más pequeña dentro de mí misma.

(...)

Como badajos desprendidos de mis campanillas
los deja vu crean retruécanos en mi cabeza
¿Cómo fue que pasaron los años? 

(...)

Sólo los olmos enfermos me contemplan.
Con sus cortezas podridas me miran…

(...)

Se van corriente abajo, mudos, mudos…
Los despliegues en un caleidoscopio incoloro
multiplican el centro de mi abismo
sin final y sin comienzo;
una dínamo rota veloz tragando anhelos.

Al detenernos en esas partes del poema, anotamos de inmediato que son las partes cardinales que dan vida a todo el conjunto; y que cada parte, de por sí, aporta al poema un ápice de lo que, en síntesis, nos viene relatando, como en confesión. Aquí no se da meramente la explicación de un hecho corriente, pues los ejes vibratorios se componen de un canto ondulado, donde va y viene una corriente de aire que nos dice algo de su elementalidad sostenida y en ese decir está la plenitud poética manifiesta.
  
En otros poemas de este mismo libro, Ficción del unicornio, Leibi Ng da vuelta a su palabra para tomar de su dorso el color menos visible;  y entonces el misterio de la palabra contagia a las palabras restantes; luego ocurre un estiramiento de la palabra que enaltece el sentido del verso.

Un toque puro
(...) 
en el suave llamado
de una tarde difusa.
(Roce)

No seré una hormiga,
no seré una abeja,
seré una cigarra 
pateada, vituperada, siempre echada fuera.
(...)
No construyo casa
no almaceno avena
no acumulo trastos,
ni caudal ni hacienda
llevo en mí las riendas
de mi vida plena.
Canto porque siento que esa es mi  faena.
Canto porque vivo, presiento, ergo sueño.
Canto porque sueño, presiento, ergo vivo.
(Yo nací cigarra)

Converso con espíritus que no me
pertenecen...
Mucho antes de perderte
ya entero te añoraba
con todos tus fantasmas,
para mi maldición.

Sobrevivo la ausencia,
la frialdad y el apego
que lastran como el plomo
las alas cercenadas.
(Vocación terrestre)

Como hemos podido apreciar en los ejemplos citados, Leibi Ng construye sus poemas con palabras cotidianas; y su mundo entra en el mundo cotidiano, dando una impresión simple de un mundo complejo; y también al revés, complicando la simplicidad cotidiana con palabras y frases que se dan abiertamente a la abstracción poética. 

José Alejandro Peña
Nueva York, 2016

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