Este patio agoniza
la auyama se arrastra en una reverencia
a la pesada sombra
rosal de bayahibe no pretende las flores
incapaz de crearlas sin un baile de abejas.
El perro se agiganta lo mismo que un espectro
en la pared del fondo
suspirando paciente en la serenidad.
Como una solterona la orquídea me contempla
en su tarro de inconmovible espera
y me siento indefensa ante tanta penumbra
sin recordar que al cielo no lo puedo engañar.
Cuando llegue la aurora
y el ruiseñor despierte
en mis sueños, su canto,
me dará libertad.
©Leiby Ng
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