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Del mar no quiero sal

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Me he callado durante mucho tiempo pero hoy por fin comienza el viaje hacia el olvido. Espero que esta vez encuentre el medio, el preciso vehículo que alquilo más allá del horizonte donde tú sabes que el mar no se une al cielo porque se traga el sol casi al final del día en un festín rojizo de encomiendas que llenan de tristezas el crepúsculo. En ese ir y venir de las mareas yo sé que envían sus penas los desocupados del Malecón. Mensajes sin botella, que causan estupor de olas y ondinas. Colgado de una de ellas, tal vez, mis deseos por ti mueran ahogadamente. ¿Qué sentido tiene amarrar la barca y sentarse en el muelle a contemplar gaviotas mientras los peces saltan? ¿Es eso una bitácora del desamor? Cada herida emponzoñada en sienes y cada dolor que no expresé por compasión me condena al cáncer de los recuerdos. Yo ya no buscaré más nunca tu mirada y poquito a poquito serás menos que arena en este puño abierto que tu pasión quebró. Eras hermoso como trino de pájaros en las mañanas y t...

Sustancia

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No sé qué hay de entusiasta en despertar del sueño a la hora en que el sonido se ausenta por completo. Como auto liberada deambula la sustancia del alma derramada en otra geografía. En aparente dominio de materia, sin duda es ella quien respira. No hay voces, no hay ladridos, no gritos, no canciones… ningún sonido, sirena, ni el canto de los gallos… La maga gesticula sobre jardines plenos y en vez de hacer un truco se aburre de inclemencia. La intuición se aposenta rodeada de mil folios con el desierto a diestra un vergel a siniestra; al norte el horizonte al sur la enredadera. El mapa de mí misma se adentra en cordilleras quebradas de una en otra, como un zigzag de espera. Para decir sin voz y sin idea, carácter conocido, ni lengua hábil, la nada; se enredan lo que parecen letras: cuentas del collar ciego que anida en mi cabeza. Ideogramas perversos que sin ritmo se aciertan unos con otros, todos, sin ton ni son, sinsonte de voz hecha de miedos o total indiferencia de un cuerpo tortur...

Sobre tumbas, tu voz siembra esperanza

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A Emma Tavárez Justo Si por tu piel se sublevó la espera de esta tierra en la sangre del justo                                   ya anegada,                     tu mirada espartana de hembra estoica no perfiló de odio su constancia. A partir del beso frío de La Parca con la muerte de las Tres Hermanas se inicia un ciclo de dolor y espanto. Tu familia, elegida en lo profundo es el símbolo de resistencia heroica. Así tu cuerpo frágil, sin doblarse, se hizo dique contenedor del llanto. Como de santa, tu doloroso rostro se levanta primero das la cara, le haces frente al combate y arengas con el arma imbatible de tus ideas a un pueblo que reconoce en la historia la estirpe de líderes honestos al ofrendar el bienestar, las propias vidas. Y tú, flor imperecedera, clamas justicia ante la muerte, no del hermano, sino del guerrillero asesinado en Manaclas, junto a...

POEMA INCONCLUSO (de Luis Carvajal)

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Sin saberlo tus ojos, o tu Alma, más bien, montada en mi silencio, regresó tu mirada. En un suspiro quedo desmintió la llovizna, ahuyentó soledades, se pobló de humedades. En cada madrugada me bebo tu llovizna, duermo sobre el mutismo, desarmo la nostalgia te vuelvo del revés. Para siempre profano tus ideas más secretas. Por inercia desmienten tus temblores mis manos. Gritan desesperados tu más honda emoción, tus verdades mas ciertas, tu gemido más ancho… Enterrada la tarde en tu siempre sonrisa se volvió madrugada más allá del perdón. Desde entonces sucumbe tu fantasma espejado en la enterrada espera de dioses y el ayer. © Luis Carvajal Nuñez y Leibi Ng

VOZ

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Lo que a mi oído proclamas —aire expulsado de ti— tiene espíritu y bondades, alas, canto, frenesí... Tiene aromas y oquedades. Viaja por todas mis venas casi huecas, penetrables… Audible aroma que espeso es como batir de alas rumor de cascada ileso de forestas encantadas. Tu voz me deja sin voz. In crescendo yo enmudezco. Puede que salga un gemido, remedo de lo que siento y pienso en un tono gris. Pero lo que al aire vibra no se asoma en la distancia ni en intención ni en pasión. Para mí no son normales esas, tus cuerdas vocales que emiten, amor, latidos de ángeles soñolientos y cuando intento llamarte hondo el silencio proclama el inaudible sonido de un nombre que no se oyó. ©Leibi Ng

Sexo II

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“Escribir es un acto de amor”. Simone de Beauvoir Estamos hechas de sus deseos. Cada curva de nuestras caderas contorneada por sus dedos. Nuestro sexo, concebido por sus equis y sus yes. Desde el semen patriarcal por las lágrimas que nos surcan las mejillas que un mal padre no consuela. Menstruamos acopladas al porvenir destinadas a que fecunden el huevo desde las mismas cavernas atravesando el Medioevo y todo el Renacimiento. Damiselas rescatadas. Brujas en la hoguera quemadas amas de casa cosificadas… Sometidas bajo el peso de sus cuerpos mendigando la atención del primer sexo que pregona su odio hacia la monogamia como nosotras amamos el pene cual complemento. Freud se equivocaba. El miembro, no lo envidiamos: Queremos al hombre dentro. Para eso le fregamos, cocinamos y servimos. ¡El hombre entero! Y vamos de madres, hermanas, amantes o secretarias… Todo en uno a cambio de un hombre entero. Con cerebro, con su tórax aplastándonos los senos y su pene que nos preña misión de naturalez...

A fuerza de pez

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De una visión así difuminada nace la idea aún descabellada de leyenda de dos, o mejor tres, que un pescado salvó con sus vapores. Era Sarah tan frágil, tan hermosa, que tuvo (no uno o dos) al menos siete pretendientes que al tratar de poseerla ipso facto caían exterminados cual pichones. Cómo empezó la historia, no se sabe. Lo cierto es que una noche se prendía el fuego del infierno en cercanía. Y el relumbrón semeja como amor: ardiente en las entrañas, pura lava. El mismo que esperaba aquel Tobías, quien tuvo que valerse del arcángel, que ingeniárselas en el río pescaría para salvar la vida al aspirante que el demonio celoso mataría. -Rafael, he sorteado continentes. Me embarqué en siete puertos polizonte. Viajé sobre una bala cual Munchausen y supe que era tarde aunque apurara con todas las hipérboles en bandada. Soy el puerto en la noche de amargura. Campanita que cura abierta herida. La Wendy que te arropa con ternura. La madre que te azota si hay locura. ¿Y para qué me quieres? Yo...

Porque te espero...

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Porque te espero, espero hurgando en las portadas de tus novias pasadas las vivas huellas de emociones que proclamas enterradas. Porque te espero, espero el sonido de campanas del mensaje entrante que sepulta a los de atrás bajo su peso de palabras y bytes. Porque te espero, espero que el frío se aposente en las aristas de esquinas angustiadas, silentes, redondeadas por el peso de tanto sentimiento aglutinado en sus arenas. Porque te espero, espero… y en tu espera ignoro el paso de los transeúntes, las miradas furtivas y curiosas, el tráfico incesante… la locura abrigada y la demencia desnuda. Porque te espero, espero que tu rostro ilumine la avenida en que te mueves a mi encuentro. Porque te espero, espero que nadie se dé cuenta de que existes en mi realidad inventada y yo sólo hago tiempo para no sentirme desnuda en esta ciudad poblada de soledad. ©Leibi Ng

Frágil

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Yo nunca amé el vuelo de las mariposas. Me daba miedo su fugacidad. Quedé atrapada más de una vez, -lo juro-, en polvos de alas y nervaduras frágiles, como esqueletos hechos por orfebres. Pero esos afanes de libros y crónicas, donde exhortaban a corretear tras ellas, no conmovían mi alma sedienta de lo duradero. Y sin embargo, al final de mi vida, ellas me portan mensajes del cielo, y en sus cabriolas hay más vida eterna que en las palabras de un poeta nuevo. Yo no sabía que amaría tanto el frágil vuelo de las mariposas. © Leibi Ng

Cara a cara

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Yo solía escribir de las sirenas. Pensaba que al Caribe le faltaban más mitos y piratas... más batallas y dramas. Por eso siempre me pongo en estado de alerta cuando leo noticias o cuentos sobre náufragos, buques hundidos, calamares gigantes o tortugas que hablan. Un día pregunté a Poseidón si podría visitarlo en su palacio de sales transparentes y él me miró como mira Kuan Yin, la Compasiva, perdonando la vida. -¿Qué quieres tú buscar en las profundidades si estás más cerca del Aire? -Es que la vida es reto, le dije sin hablar. Así que me permitió suicidarme. Quise emular la llama de la pasión que otro encendió en la playa. Pero no conté con la arena mojada ni me di cuenta de la brisa del alba. El corazón que miente es como una medusa: se parece a una lámpara pero no bombea luz. Y la pequeña llama se apagó sin calentarme el alma y entonces fui una ahogada embalsamada en algas, flotando en arrecifes de puntas afiladas. Y desde entonces puedo hechizar con la mirada a los peces que osan ...