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La tía en la memoria

  Era un tiempo de sol y pueblo en los tejados un baño para todos a cielo descubierto una pluma demócrata  que no negaba el fluido y unas vacas lejanas en un llano sin cerros. Siempre de bicho raro, buscaba el aislamiento debajo de una mata  dibujando las sombras y allí iban a encontrarme  chiquillos parlanchines a quienes una «china»  les parecía muy rara. Era un tiempo alejado de todas las pasiones nadie sabía de heridas ni traición o zarpazos y sí, mucho de risas, chismes, chistes y cuentos. Gorgojo en habichuelas no nos quitaba el sueño aunque el rebuzno épico  de burros en la noche en el rancho lograba alborotar a todos. Era un tiempo con tía rodeada de muchachos tan buena, tan chistosa, tan repleta de vida... Hoy recuerdo ese afecto  que nos salía del alma en la pradera limpia del patio de mi tía. Siempre evoco las risas, los susurros, los besos, el baño para todos... y me pregunto dónde quedó tanta inocencia buscando en las arrugas del rostro campesino.

No soy yo

  El banquete de Platón En ese instante del sueño fortuito yo no era yo, la que te quiere siempre. En cambio sí la dueña avergonzada de un corazón inmerso en el orgullo. Tu presencia rehuí para escapar ilesa, de grosería vestida. Y es que esto del amor hace de leona herida una gata vulgar presa del miedo de perder voluntad, humillada en lo cierto de amarte sin remedio.. Leibi Ng

Algunas de las Antologías en las que aparece mi poesía

 

Mirada

  «El amor es esencialmente un milagro». Miau, el chico secreto Si miras desde atrás al horizonte, el sol se oculta en destellos de fuego pero el agua que viene nos tragará humillándonos en arena. Eso sí, ni tú ni yo tenemos miedo al rugido del mar ignoramos el amenazante vuelo de las gaviotas la cercanía de pequeños cangrejos hormigas caribes la brisa fría... Perdidos, tú en mis ojos y yo en los tuyos, provocamos esta parálisis total que siendo clímax se parece a un final. ®Leibi Ng

En horas de la noche...

  Este patio agoniza la auyama se arrastra en una reverencia a la pesada sombra rosal de bayahibe no pretende las flores incapaz de crearlas sin un baile de abejas. El perro se agiganta lo mismo que un espectro en la pared del fondo suspirando paciente en la serenidad. Como una solterona la orquídea me contempla en su tarro de inconmovible espera y me siento indefensa ante tanta penumbra sin recordar que al cielo no lo puedo engañar. Cuando llegue la aurora y el ruiseñor despierte en mis sueños, su canto, me dará libertad. ©Leiby Ng

Jugaba con el alma

  Su nombre era una s y en sus pupilas oscila el azul como si viera el mar sin horizonte. Supongo que había cobre entre sus uñas o sal debajo de su axila como un país con minas sin fronteras. Jugaba con el alma buscaba al niño ido que perdió en el cortijo. A veces olía a viñas, otras a orujo o vodka pero siempre besaba con sabor a romero De su risa salían pelis para la siesta, de vaqueros e indios Rezumaba ternura aunque era un hombre grande y aún con uñas pintadas era un chico muy guapo. Por alguna razón llegaba a mi en su tinta cada vez que escribía mensajes a su amada y a miles de kilómetros se encendía mi pantalla. ©Leiby NG

Viaje

Ninguno de nuestros pequeños gestos sobrevive. Ni un opaco destello de las intensas miradas que un día nos fundieron. No hay aroma de hogar, ni palpos enlazados en la penumbra del mediodía. La cotidiana entrega que pasó de ser pura a la desesperanza. Ahora no hay emoción en el recuerdo Tal como se ve, un film que no nos interesa cuando llega la noticia de esperada muerte. Abordo de nuevo el tren que atraviesa el tiempo. Por mis ojos transcurren los paisajes deformes. Intenso tragaluz que devora y devuelve a la que fui, a la que soy, a la que se convierte… Animal despojado de autodefensa que escapa de la disolución y pone fin al ruido de su propio interior. Al final quedo libre de la pasión, la lujuria, el veneno… y en medio del dolor siempre sabré quién soy. ©Leibi Ng